Freaks, la parada de los monstruos

'Excéntrico es el que se aparta del redil y elige vivir y pensar en los márgenes'



(No se lleven a engaños, éste solo es un resumen informativo para osos recién levantados de su hibernación. Nada más que eso. Una puesta al día en materia de actualidad, un simple curso acelerado para plantígrados).

Cuando ya creíamos conocer todas y cada una de las formas habidas y por haber de discriminación posibles, el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, va y nos cuela otra: la meteorológica. Para Revilla, los climatólogos se ceban con su comunidad en cuestión de predicciones lo que ahuyenta al turismo. Tras sus declaraciones, se puso a llover, relata el Diario Montañés (1), de lo que se desprende que el tiempo es un impertinente.  

En lo que ha durado una hibernación, el independentismo ha pasado de maldecir en arameo y despotricar a gusto contra todo bicho europeo a loar sin remilgos las bondades democráticas del viejo continente, mostrando sus tics de adolescente inadaptado y falto de carantoñas, que se pavonea entre colegas contando los pormenores de un puñado de conquistas imaginarias, víctima de un donjuanismo aniñado. Vaya por delante una cita de Fernando Savater: "Cuando se ven enfrentados por un conflicto civil, los hombres sensatos tratan de encontrar un punto medio de acuerdo en que todos cedan algo y ninguno lo pierda todo" (2). Aunque su artículo toma otros derroteros, el enunciado, por su mesura, merece ser descontextualizado. Y un pronóstico atemporal ahora que se cumplen 130 años del nacimiento de Pessoa, quien hace casi un siglo también se refirió con tino a las desavenencias entre Cataluña y España: "Como en todos los dramas, no hay solución satisfactoria para el problema porque el único arbitraje seguro, y por eso injusto, es el del destino. Y como en todos los dramas ambas partes tienen razón por igual".

Mientras pasa lo de siempre, más de lo mismo, Don Juan Carlos que, con permiso de Bale y Dembelé, es el integrante de las casas Reales europeas que más se rompe, ha visto como a la monarquía le han aplicado un Sálvame en la última semana. Fue en esos programas, y similares, donde arraigó el frikismo patrio a golpe de teléfono para aludidos. Ahora el PP madrileño imita la fórmula y abre vía Twitter un hilo a la caza de pistas conspirativas contra Cifuentes. Viva el despiporre en retrolandia, tomando prestado el neologismo de Manuel Rivas.

Y si de excentricidades se trata, puesto que "tampoco es cuestión de quejarse en este siglo olvidadizo, o es más, deliberadamente arrasador de todo recuerdo", en palabras de Javier Marías, un menú degustación de extravangacias para un fin de semana variopinto por riguroso orden cronológico:


Una hospedería para los fantasmas del Oeste
No hay Western de John Wayne que se precie sin un Winchester ensillado al caballo. No en vano, al primer rifle de repetición con cara y ojos se le conoce como "el arma que conquistó el Oeste". Corría la segunda mitad del XIX y una viuda de Connecticut recorrió a los servicios de un médium para entender el por qué de las desgracias que desolaban a su familia. Por recomendación transterrenal de su difunto, la viuda se trasladó a San Jose, en California, donde comenzó la construcción paranoica de una mansión inabarcable, capaz de hospedar a todos los muertos ocasionados por el invento de su marido, que no era otro que Oliver Winchester, creador del dichoso fusil. A su muerte, en 1922, la guarida contaba ya con 160 cuartos. A día de hoy, la casa-museo es un codiciado reclamo turístico que forma parte del Registro de Lugares Históricos de los Estados Unidos y ha inspirado numerosas obras paranormales, la última, la reciente película Winchester, protagonizada por Helen Mirren (3).

La actriz española que influyó en la Segunda Guerra Mundial
En un acantilado de Cedeira, en mitad de la costa coruñesa, asomándose a un abismo azul desde donde la mirada se despeña, un monumento rinde homenaje a Leslie Howard, el apocado y correctísimo Ashley Wilkes en Lo que el viento se llevó. Al parecer, el galán que enloqueció a la caprichosa Scarlett, hizo lo propio con otra compañera de reparto en la película Prohibido. Ella era la española Conchita Montenegro, que sedujo a Hollywood tras un desnudo con tan sólo 16 años, y que había dado muestras de su carácter indomable al abofetear ni más ni menos que a Clark Gable durante una audición, lo que le valió que Buster Keaton la contratase. En sus ratos libres, Howard, además de actor, era un destacado espía al servicio de la corona inglesa y del gobierno de Churchill, quienes se aprovecharon del antiguo romance con la española, ahora embajadora franquista de asuntos exteriores y pareja de Giménez-Arnau, mano derecha del dictador, para tramar una reunión secreta con Franco, quien por lo visto se había emocionado con el film épico de Victor Fleming. Aquel encuentro confidencial logró de España, siguiendo los dictados ingleses, un compromiso de neutralidad en la Segunda Guerra Mundial. A su regreso a las islas británicas, el actor fue derribado por una escuadrilla de Junkers alemanes a en las proximidades de Cedeira. Parte de la historia la recoge ahora Javier Moro en el libro Mi pecado (4).

El gigante de Beckett y 'La princesa prometida'
En 1953, Samuel Beckett se compró un terreno en la región francesa de Brie, famosa por su queso. Los lugareños le ayudaron a levantarse allí una cabaña. Entre los paletas, un granjero búlgaro, Boris Roussimoff, tenía un hijo que no podía ir a la escuela debido a su talla sobrenatural. Ni corto ni perezoso, el autor de Esperando a Godot se ofreció para llevar a diario en su camión al gigante llamado André, que llegó a alcanzar los 2,24 metros de altura y los 220 kilos de peso, antes de convertirse en estrella del wrestling, zurrarse con Hulk Hogan  y darse a conocer como uno de los protagonistas del taquillazo ochentero La princesa prometida. Ahora, un documental de la HBO (5) recorre su corta vida, fallecido a los 46, marcada por el alcoholismo y todo de tipo excesos para anestesiar los dolores ocasionados por las malformaciones de su acromegalia.

Como las cabras 
En Los hombres que miraban fijamente a las cabras, George Clooney es el cabecilla de un escuadrón adiestrado para utilizar la mente como arma. No sabemos si el artista y profesor universitario en Rhode Island, Thomas Thwaites es un desertor de su comando, pero si no lo es lo parece. La primera intención de Thwaites fue convertirse en elefante. La descartó, finalmente, por tratarse de un animal demasiado humano. Tras varias intentonas, se enamoró de las cabras y con una beca para completar su experiencia de las transespecies alumbró el proyecto: GoatMan: el hombre que quiso ser cabra y acabó viviendo a cuatro patas con un rebaño en plenos Alpes suizos (6)

No muy lejos de allí correteaban Heidi y Pedro. El fin de semana nos deja una baja, la de Isaho Takahata, creador, entre otros, de Heidi y Marco, como dándole sentido a aquella cita de Anthony Powell cuando escribió que "envejecer es como ser penalizado por un crimen que uno no ha cometido", y recuperando el significado cuarentón de La vida instrucciones de uso, de George Perec: "Una vez más fui como un niño que juega al escondite y que no sabe qué teme o desea más, si permanecer escondido o ser descubierto" (7).


Hasta aquí, este glosario del frikismo, recambio anglosajón y peyorativo de la singularidad. A modo de Fahrenheit 451, cada persona bien vale un libro. Así lo pensaron unos daneses en el año 2000 para promocionar un reconocido festival musical. Aquel fue el origen del germen de un proyecto revolucionario: Human Library Orgnization (8), una biblioteca humana que en su recién estrenada mayoría de edad ya se ha extendido por más de 70 países. "Excéntrico es quien se aparta del redil y elige vivir y pensar en los márgenes", recuerda Juan Manuel de Prada. El primero, quizá, un tal Diógenes, rey del cinismo y falsificador de moneda en sus tiempos mozos que, ataviado con un candil y a plena luz del día, en mitad del ágora abarrotada, decía dedicarse a la ardua labor de "buscar un hombre; un hombre de verdad y honesto".


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