Sin llegar a ponernos en plan Clint Eastwood, diremos que el perdón no puede ser la base poética de todos los reguetones
Después de Nicky Jam y Enrique Iglesias, vuelve a sonar el perdón retroactivo, la memoria como bujía del nacionalismo, que se infunda una jugarreta histórica para hacer bandera de las tragedias ocurridas en una edad del hierro menos burocrática. Un reportaje en la revista GQ se pregunta: ¿Las películas cambian con los años, o somos nosotros?(1). Para entender la conquista de México en su dimensión más cinéfila, seguramente, nos faltan dos o tres superproducciones de Hollywood, bien maniqueas, pero en lo que tardan en rodarse, ¿a cuánto sale pasar por el quirófano para remodelarse el pasado? En Alemania le han puesto precio al lifting: 10 millones de euros. Euro arriba, euro abajo, lo que le costó al Barça el central colombiano Yerry Mina. La familia Reimann, la segunda más rica del país, donará esa cifra para reparar su flirteo con los nazis (2). En España, todavía se busca cirujano plástico.
En Elogio al olvido, David Rieff reflexionaba: "¿Es siempre necesario pedir verdad y justicia? Sí, salvo que eso afecte a la paz y a la convivencia en democracia". El problema, como siempre, es dónde situar la marca, porque mientras unos tienen la piel tan fina como las nalgas de un púber, a otros el silencio se les ha hecho callo. Sin llegar a ponernos en plan Clint Eastwood, diremos que el perdón no puede ser la base poética de todos los reguetones.
La otra opción, la más canalla, la favorita de los verdugos S.A., es borrarlo todo, resetear el disco y hacer de la grada un metal maleable para que, por omisión o elipsis, el horizonte esté tan limpio que pasado mañana otro insensato repita el temario, haciendo buena la cita del Schindler británico Nicholas Winton: "En realidad nadie ha aprendido nunca del pasado".
El ejemplo más llamativo, quizá, lo encontramos en un Burger King de Richmon Hill, en Georgia. En la madrugada del 31 de agosto del 2004, un hombre desnudo apareció inconsciente junto a los contenedores de la franquicia. Como no recordaba quién era y nadie denunció su desaparición, tuvo que ser rebautizado con las iniciales de la cadena de comida rápida. Ni las pesquisas llevadas a cabo por el FBI, ni los numerosos espacios que le dedicó la prensa y las redes sociales sirvieron de mucho. El sujeto en cuestión, víctima de una amnesia disociativa, apenas conservaba unos pocos recuerdos difusos. El más importante: su fecha de nacimiento, el mismo día que la de Michael Jackson, solo que con una década de antelación. Por el camino que vamos, con el rey del pop borrado de los Simpson y casi del mapa, en unos años ni esa pequeña pista le habría servido para recuperar su identidad.
(1) https://www.revistagq.com/noticias/cultura/articulos/como-cambian-las-peliculas-con-los-anos/34136
(2) https://www.lavanguardia.com/internacional/20190327/461278872182/familia-reimann-alemania-nazi-donacion.html
(3) https://www.jotdown.es/2019/03/biografia-de-quienes-nunca-existieron/