Los episodios nacionales para eurofans

Enésima decepción eurovisiva, en mitad de un festín de efemérides mundiales absurdas y juegos de palabras




Nos ha vuelto a ocurrir. Nos endomingamos para Eurovisión y el festival nos desplanta. Está visto que no le pillamos el paso a Europa. Si llevamos romance hiperglucémico, los eurofans compran cacareos feministas. No damos con el relato, y el año que nos lo tomamos con la guasa que merece, con el Chikilicuatre por emblema, la España decimonónica por pocas nos excomulga, agraviada como todos aquellos críticos del Salón parisino de los Independienes en 1910, a los que el periodista Roland Dorgelès les endiñó, sin que nadie se percatara, Atardecer en el Adriático, el lienzo pintado a coletazo limpio por un burro llamado Lolo (1). Si de algo podemos estar seguros a estas alturas es de la falta de más talentos como el de Mercero, que auguró su propio olvido en ¿Y tú quién eres?. Le bastó un hombre (José Luis López Vázquez) y una cabina atascada para sacarse de la chistera la metáfora más brillante de la dictadura, único Emmy en la historia de la televisión española. 

Esperamos que por lo menos el finde portugués haya servido para traerse unas toallas. En breve, concretamente el próximo 25 de mayo, se celebra el Día Internacional de la Toalla, en homenaje a Douglas Adams, autor de la Guía del autoestopista galáctico, un On the road interestelar, donde la toalla es "el objeto de mayor utilidad" para transitar por el espacio. Con la fatalidad protocolaria de un episodio de 1.000 maneras de morir, Adams falleció de un infarto en un gimnasio, junto a su idolotrado fetiche. Aunque si la cosa va de festejos absurdos, la semana pasada se llevó la palma con las jornadas mundiales de las zapatillas desparejadas y con el día de los calcetines perdidos. Si no quieren descuidarse, apunten, la próxima cita surrealista es el 28 de mayo, fiesta oficial de la hamburguesa.


Nos ha vuelto a ocurrir. Nos endomingamos para Eurovisión y el festival nos desplanta. Está visto que no le pillamos el paso a Europa

Entre tanta efeméride es normal que se pasen por alto fechas menos rimbombantes. El 10 de mayo se cumplió con escasa pompa el 175º aniversario del nacimiento de Benito Pérez Galdós, célebre cronista de Los episodios nacionales (2). Otro letraherido, Pío Baroja, anticipó en Las Inquietudes de Shanti Andía uno de los males endémicos de nuestro tiempo: "Hoy, a casi nadie le ocurre nada digno de ser contado"(3)Ese desmayo narrativo se incuba como una idea perturbadora, "unidos todos en la nación única del Gran Centro Comercial", según describe Manuel Rivas (4), donde los macrodatos del despilfarro se disimulan sin trabajo, pongamos unos 1.800 millones de euros para el rescate de 570 kilómetros de autopistas privadas en quiebra, apenas un capricho, sobre todo si lo comparamos con los 838 millones que la Cultura tiene para pasar el año.

Comienza su columna Andrés Trapiello así: "Resulta extraño hablar de ciencias políticas, siendo la política todo menos científica. En ciencia no hay mentiras, sino errores, a diferencia de la política, en la que los errores suelen proceder casi siempre de una mentira"(5)

Desengañado de la vida pública, en pleno siglo XVIII, el exmilitar francés Louis-Antoine de Bougainville se enroló como explorador. De sus incontables aventuras, recogidas en el libro Viaje alrededor del mundo, permanece una flor brasileña a la que, sin saberlo, cedió su nombre, la buganvilla, con la que obsequió, tras volver de una de sus travesías, a la emperatriz en época de Napoleón (6).

Si no quieren descuidarse, apunten, la próxima cita surrealista es el 28 de mayo, día oficial de la hamburguesa 

En Alemania, muy dados al Scattergories, desde 2008 celebran el Jugendwort, un concurso promocionado por una editorial de diccionarios que busca "la palabra juvenil del año". En 2017, por ejemplo, se popularizó selficide, un combo de selfie y suicide, para bautizar la ridícula moda de matarse por un retrato fardón. Una década de juego ha dado para conceptos brillantes del estilo de Bildschrimbräune, algo así como el típico moreno de paleta llevado a la era digital para referirse con ironía al bronceado de pantalla que lucen los adictos al ordenador. O la genial smombie, nacida de una mezcla entre smartphone y zombie, para designar a los que caminan por la calle abducidos por el móvil (7)

Con Rajoy tutelando la elección de Quim Torra, presidente de la Generalitat manejado por control remoto, el diccionario recomienda paciencia, cuyo origen latino entronca con la noción de sufrimiento o padecimiento por parte del que espera, que, en ocasiones, incluso aguarda con esperanza (8). Propongo, en una versión castellana del Jugendwort germano, Torrajoy, híbrido perfecto entre Torra y Rajoy, para definir el bucle político que abandera la incompetencia que nos rodea. 



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