Cualquier mano, con su meñique, su pulgar y hasta su corazón, sirve lo mismo para pedir limosna que para soltar un guantazo. Forma parte de su idiosincrasia
En efecto, estamos ante una mano. Una mano abierta. O tendida. Sí es así, no sabemos si se habrá dormido todavía, lo que sí sabemos es que esta mano, como cualquier otra mano, con su meñique, su pulgar y hasta su corazón, lo mismo sirve para pedir limosna que para soltar un guantazo. Forma parte de su idiosincrasia. De hecho, si le diéramos la vuelta, con la de la imagen no podemos, es de hormigón armado, veríamos sus nudillos, donde se desarrollan los conflictos de sus extremidades. Tarde o temprano, lo quiera o no, así lo lleva escrito en su destino, o eso al menos sostiene la quiromancia, tendrá que elegir entre la artesanía o el kárate. Por eso, como en las ideologías, tenemos dos manos, una de izquierdas y otra de derechas. Los dogmas lo saben y han sacado rédito. Si se fijan bien, verán que esta mano en cuestión presenta, en el centro de su palma, algo así como un orificio. Aquí hay un estigma, claro, y más de uno se echa a temblar porque nadie conoce nuestras intimidades mejor que una mano, lo que hace que nos pasemos el día lavándolas, para mantenerlas siempre presentables, ya sea para el saludo, la comida o el asesinato. Se trata de enjoyar su silencio con anillos. Cualquier cosa con tal de que no se vayan de la lengua, aunque suponga malcriarlas a fuerza de manicura. Con un poco de lima y esmalte puede que hasta las uñas finjan olvidar su pasado más remoto, quizá en África, cuando usted y yo éramos simples bestias asustadizas que se andaban por las ramas. Pero eso queda muy lejos. Tanto como un museo o una excavación. De momento dejaremos que sea el dedo gordo en representación del like, como en un homenaje al cine de romanos, el que reparta suerte a través de las redes, ahora que, por primera vez, un estudio científico nos arroja el dato exacto de que en el mundo existen ya 2.200 millones de cuentas de Facebook, casi un tercio de la humanidad registrado. Y va en aumento (1). Números contra los que no puede competir ninguna religión, país, lengua o equipo de fútbol. Lo que da ganas, sin duda, de poner en pies en polvorosa.
(1) https://elpais.com/tecnologia/2018/10/03/actualidad/1538596216_048867.html
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