El cielo puede esperar

Mientras se aguarda en una cola se piensa en cualquier cosa menos en la espera en sí. Eso, sería desesperante


Ya estamos de nuevo. Otra vez varados. No salimos de una cuando nos metemos en otra. "¿Tenía usted cita? Pues coja número y espere su turno, por favor". La de tiempo que perdemos haciendo cola para tramitar promesas electorales. En algún sitio debe haber más de un estudio serio sobre el tema, con sus cifras apabullantes, pero a estas alturas tengo una pereza burocrática. Mientras se aguarda en una cola se piensa en cualquier cosa menos en la espera en sí. Eso, sería desesperante. Además, en esto, como en casi todo, el móvil, con su pantalla de lentejuelas, adormece el trago. No es lo mismo una cola antigua, de las de antes, quiero decir decimonónica, como una procesión de miseria y piojo, que una cola actual, con misal de ciberlocutorio, tan cosmopolita como un hashtag, tan desorbitada como una coreografía de zombis. 

En la de la imagen en concreto, verán que hay tantas rodillas y tobillos como adoquines. Es lo que tienen las filas, su anonimato genético. Ya lo decíamos arriba, coja su número, o su código o su contraseña, y olvídese de su carácter, aquí no le va a servir de mucho, más bien al contrario, no querrá usted parecer un disidente. O peor aún, un equidistante. Válgame Dios. En cualquier sala de espera, incluso a la intemperie, siempre hay cámaras registrando bostezos, además del personal de seguridad, entre la modorra y el silbato, por si se desmadra el asunto. Así que cárguese de paciencia. Diviértase buscando parecidos razonables. Piense en el efecto dominó, por ejemplo. O en un camino bordeado de cipreses. Al fin y al cabo, las colas podrían estar en vías de extinción. La Galería de los Uffizi acaba de presentar un sistema basado en el Big Data, un algoritmo con un margen de error de quince minutos, que promete acabar de una vez por todas con las listas de espera (1)

En lo que tarda en llegar el invento a campos como el de la Sanidad, seguiremos entretenidos con la fotografía que nos atañe. Casi en primer plano, el joven de los vaqueros mordidos ha cruzado la frontera. Está a mitad de camino, a un solo paso de irse, cuando las manoletinas que lo miran le advierten del error, "después de tanto rato, ahora que nos acercamos a vete tú a saber dónde". Justo detrás, las sandalias con calcetines que lo escoltan delatan a un profesional de la resignación que confirma la hipótesis. Ya al final del encuadre, en el margen superior izquierdo, alguien a medias, como todos, cargado de bolsas, ojea el panorama. No sabemos si quiere añadirse a la fiesta o ha visto una oportunidad de negocio. Joaquín Luna, en La Vanguardia, comienza su columna así: "Fabricamos tan poca historia en estos tiempos, y la que fabricamos nos la podríamos ahorrar..."(2).


(1) https://elpais.com/cultura/2018/10/09/actualidad/1539101816_555709.html
(2) https://www.lavanguardia.com/deportes/20181010/452282575580/el-mundo-se-rebela-massiel-tambien.html




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Instagram