La era de Aquarius

Lo que sabemos por ahora es que un barco cargado de inmigrantes, con nombre de bebida isotónica, ha venido para rescatar la marca España. Las felicitaciones se suceden. Nadie quiere perder la oportunidad de subirse al carro del 'Himno de la Alegría'




Nueve de cada diez farsantes recomiendan la futurología como calmante de un presente que se bate en retirada. Nos chifla atar en corto el calendario. Sacarlo a pasear por las tardes y lucir su pedigrí de porvenir en ruinas. Con nuestro doble rasero de siempre, censuramos el spoiler mientras nos afiliamos a la última mancia en auge. Las casas de apuestas patrocinan la porra y sin darnos cuenta nos hacen adictos al resultadismo, víctimas de un mono perpetuo por el desenlace, descuidando los principios, reducidos en la actualidad a mera efervescencia.

Lo que sabemos por ahora es que un barco cargado de inmigrantes, con nombre de bebida isotónica, ese refresco mediático siempre predispuesto a ensalzar el buenismo publicitario, ha venido para rescatar la marca España. El diagnóstico: nos estábamos deshidratando. Una indigestión de manual. Dieta blanda y mucho líquido. El Aquarius por fin navega rumbo a Valencia. Los guionistas del miedo afilan sus plumas. El efecto llamada, por suerte, suena a blockbuster de sábado en alpargatas. Ya hay quien señala que el gesto de Pedro Sánchez recuerda al Zapatero primigenio, el más efectista. A pesar de todo, tal y como titula Antonio Lucas, describiendo la lucidez de Emilio Lledó en El Mundo: "La verdad es lo sencillo"(1)


Los nuevos gobiernos de España e Italia representan dos estilos de juego antagónicos, el tiquitaca de Sánchez frente al catenaccio de Salvini, un choque desbordante de simbolismo que encarna 'las dos angustias de la Europa contemporánea'

En el tablero geopolítico, el sur de Europa, otra vez el Mediterráneo, los pigs, según el sensacionalismo nórdico, centran en las últimas horas la táctica y el debate, robándole el protagonismo a los dos megalómanos del momento, Kim y Trump. Los nuevos gobiernos de España e Italia representan dos estilos de juego antagónicos, el tiquitaca de Sánchez frente al catenaccio de Salvini, un choque desbordante de simbolismo que encarna "las dos angustias de la Europa contemporánea. La angustia del europeo humanista que ve sus valores en peligro. La angustia del europeo asustado que ve su seguridad en riesgo", en palabras de Enric Juliana para La Vanguardia (2). Las dos marcas conforman la pareja de patentes desavenidas que van a bipolarizar la estrategia continental en los próximos tiempos. De un lado el "progresismo difuso" y del otro el populismo oclocrático (el gobierno de la muchedumbre en las manos de un demagogo). 

Alea iacta est. Cuando la OTAN se desembarazó de Gadafi en 2011, dejó una Libia ingobernable, resquebrajada en mil facciones que se financian mediante la trata de refugiados. Con Sicilia a dos pasos, el país norteafricano abre y cierra las compuertas de la migración a su antojo, en función de lo que dicta el talonario. Para fanáticos del cerrojazo, en su poema Home, la poeta anglo-somalí Warsan Shire recita: "Nadie deja su hogar salvo que su hogar sea la boca de un tiburón"(3) En su último libro, Icaria, Uwe Timm indaga en los motivos que llevaron a tantas personas a pasar en cuestión de unos pocos años del socialismo utópico al Holocausto, una perversión de la utopía, que Arhelm Neusüss definió como "una negación de la negación"(4).

Con la enanología invadiendo Google (el sociólogo alemán Hans Prahl sostiene que los gnomos tienen origen turco y podrían haber sido réplicas de los pigmeos que se reclutaban para trabajar en condiciones infrahumanas en las minas 5), echamos mano de Miguel Hernández, como hizo Robe, el líder de Extremoduro cuando fue desterrado de Plasencia, su tierra natal, por desencuentros con el alcalde de turno: "Porque, sabed: llevamos mucha verdad metida dentro del corazón sangrando por la boca: y os vencerá la férrea juventud de la vida, pues para tanta fuerza tanta maldad es poca”(6).



1 comentario:

  1. Es complicado dejar la política a parte y muchos intentarán sacar rédito del ofrecimientot de Sánchez, Urkullu o Oltra para acoger inmigrantes, o en Italia de rechazarlos, y la pena es que dejarán de lado y esconderán bajo excusas que esas 629 personas que viajan en el Aquarius son... eso, personas.

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