Con el asunto de la Moncloa resuelto, ahora es el turno de la auténtica cuestión de estado, la que trae en un sinvivir al madridismo, ¿quién heredará el banquillo de Zidane? Por si la espera se les hace eterna, Las Vegas acoge la mayor orgía de la historia
Con el asunto de la Moncloa resuelto, ahora es el turno de la auténtica cuestión de estado, la única que de verdad importa, la que trae en un sinvivir a madridistas alicaídos, ¿quién heredará el banquillo de Zidane? "El ser humano es extraordinario", pregonaba Aquarius a los cuatro vientos desde radio La Colifata. Uno se acuesta un jueves siendo presidente y se levanta un viernes con una pensión vitalicia. En cuestión de horas, la política española se ha embalado. Un arreón que ha cogido a contrapié al Museo de Cera, donde a contrarreloj sustituyen la figura de Mariano Rajoy (1).
Con Pedro Sánchez consumando su resurrección folletinesca, la foto finish enfoca el fuera de juego clamoroso de Albert Rivera, pillado in fraganti haciéndose un selfie con la rojigualda, mientras el nacionalismo barra independentismo se predispone a pasar el cepillo y Podemos, en plan forofo, corea desde la grada. De Rajoy ni rastro. En su escaño, un bolso. El de Soraya. La crónica de su gobierno es una oda a la incomparecencia. "Con la corrupción a la altura del pecho, los catalanes echados al monte, su partido acorralado por los jueces y un montón de escándalos", en palabras de Julio Llamazares (2), la democracia jugó sus bazas. Tal y como dictan los cánones del condenado ortodoxo, el gallego disfrutó de su última cena, que para la ocasión fue una comilona de postín, en el restaurante del chef José Raimundo Ynglada, antiguo copropietario del Mentidero de la Villa, un apasionado del atún rojo que le ha puesto el nombre de su mujer a su nuevo proyecto, Arahy, que, según cuentan, en indio americano significa cambio (3).
Con Pedro Sánchez consumando su resurrección folletinesca, la foto finish enfoca el fuera de juego clamoroso de Albert Rivera, pillado in fraganti haciéndose un selfie con la rojigualda, mientras el nacionalismo barra independentismo se predispone a pasar el cepillo y Podemos, en plan forofo, corea desde la grada. De Rajoy ni rastro. En su escaño, un bolso. El de Soraya. La crónica de su gobierno es una oda a la incomparecencia. "Con la corrupción a la altura del pecho, los catalanes echados al monte, su partido acorralado por los jueces y un montón de escándalos", en palabras de Julio Llamazares (2), la democracia jugó sus bazas. Tal y como dictan los cánones del condenado ortodoxo, el gallego disfrutó de su última cena, que para la ocasión fue una comilona de postín, en el restaurante del chef José Raimundo Ynglada, antiguo copropietario del Mentidero de la Villa, un apasionado del atún rojo que le ha puesto el nombre de su mujer a su nuevo proyecto, Arahy, que, según cuentan, en indio americano significa cambio (3).
En Cien años de soledad, Gabriel García Márquez describe: "El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo". La paradoja de la moción quizá radica en eso, en que todo es flamante: "Nunca había sido presidente del Gobierno un candidato que perdió las elecciones. Nunca tuvimos un jefe de Gobierno extraparlamentario. Nunca había triunfado una moción de censura...(4)" y, sin embargo, todo parece apolillado. Podemos nombrar cada cosa con precisión quirúrgica. Sabemos de qué pie cojea cada uno, y entre el apocalipsis de los agoreros y la arcadia de los posibilistas nos quedamos con el intermedio, donde la burricie escampa.
'El ser humano es extraordinario'. Uno se acuesta un jueves siendo presidente y se levanta un viernes con una pensión vitalicia. En cuestión de horas, la política española se ha embalado
"Nuestro legado será una montaña de basura", subrayó Antonio Muñoz Molina durante la promoción de su último libro, Un andar solitario entre la gente. Los titulares le dan la razón: "China recoge 8,5 toneladas de residuos en el Everest", según informa el Global Times (5). La inmensa mayoría, morralla procedente del alpinismo. "El gran poema de este siglo solo podrá ser escrito con materiales de desecho", le contaba el novelista a Javier Rodríguez Marcos (6).
En el programa ¡Boom!, de Antena 3, el doctor universitario Valentín Ferrero, confesaba hace unos meses que había abandonado su plaza de profesor asociado en la universidad, donde ganaba la friolera de 250 euros mensuales, para dedicarse de lleno a la tele. Antes había pasado por Saber y ganar, en La2 (7).
Pero que no cunda el desánimo. Todavía. Quien no se consuela es porque no quiere. Este fin de semana se celebra en Las Vegas la mayor bacanal de la historia, la World Record Attempt. El número de inscritos a la orgía, que tendrá lugar en el Museo del Patrimonio Erótico, a dos pasos del hotel Trump International, es tal que hay problemas para alojar a tanto activista del sexo (8). "Y es que la realidad no es buen lugar para vivir, ni para educar a los niños, de ahí que la mayoría de la gente, en vez de intentar cambiarla, la abandone", sostiene Juan José Millás (9).
El filósofo Simon Critchley, que presenta el ensayo En qué pensamos cuando pensamos en fútbol, donde nos descubre por ejemplo la pasión que Heidegger sentía por la selección alemana, remata: "Al mirar el fútbol entramos en un mundo diferente, maravillosamente idiota”. Porque “pese al cinismo, la corrupción y el capitalismo crónico propios de este deporte, ser hincha te obliga a creer en las hadas, a comportarte como un estúpido y a mantener un cierto grado de optimismo”(10).
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