Volcanes, metaversos y hormigas de felpa

Se habla mucho de la contaminación de los océanos, de los microplásticos que van a parar a las tripas de nuestros atunes, pero poco, muy poco, de los microsueños que se ahogan cuando se hunde un cayuco y que luego nos comemos cada vez que pedimos una lubina al horno





Un equipo de arqueólogos acaba de encontrar un piso patera en Pompeya. 16 metros cuadrados, tres camastros, algún orinal y un ventanuco para no asfixiarse. El cuartucho, que servía de almacén y vivienda para esclavos, formaba parte de los establos de una lujosa villa (Civita Giuliana) donde hace apenas unos meses apareció un carromato de gama alta -algo así como un Ferrari romano-. Ya ven que poco ha cambiado el fotocasa de los pobres en los últimos dos mil años. Los volcanes también sirven para eso, para ofrecernos una foto finish de la catadura moral de cada momento. Hace unos días, el debate en La Palma se centró en la necesidad de rescatar a unos perros atrapados por la lava. Por supuesto que merecía la pena salvar a los animales -sólo faltaría-, el problema es que ese mismo debate no parece tan urgente cuando a escasas millas, día sí día también, se hunde un cayuco repleto de inmigrantes estafados por las mafias, muchos de ellos menores, de lo que se desprende que, para ciertos guardacostas, la vida de un perro vale más que la de un africano, por ejemplo. 

Del mismo modo, se habla con verdadera vehemencia de la contaminación de los océanos, de los microplásticos que van a parar a las tripas de nuestros atunes, pero poco, muy poco, de los microsueños que se han ahogado y que luego nos comemos cada vez que pedimos una lubina al horno. Y quien dice Canarias, dice Bielorrusia y Polonia. En el bosque de Bialowieza, donde ya murieron de frío las víctimas del nazismo o del régimen soviético, se hacinan este invierno los inmigrantes que Lukashenko agita contra Europa. Lo hemos visto otras veces. Turquía enviando refugiados a la frontera con Grecia, o Marruecos jaleando la entrada irregular de jóvenes en Ceuta; el uso de las migraciones como chantaje político es el último eslabón de los canallas. La Convención de Ginebra, si acaso, la dejamos para el próximo Vesubio. 

Los nuevos tiranos saben que nos da tanto miedo ser pobres, o parecerlo, que seríamos capaces de cualquier metaverso con tal de seguir habitando la parte noble de la casa, donde caducan los yogures y las vacunas. La fórmula es sencilla y está arrasando en más de medio planeta: "gente asustada + inmigrantes + populismo = extrema derecha y democracia en crisis" (lo desgrana Íñigo Domínguez en El País). Y ahora, ya podemos presumir de libertades en El Hormiguero.




2 comentarios:

  1. Cuando los «nadie» se desbordan o hacen mucho ruido, los dueños de los «ferraris» del momento se aterran y por ello, pienso, se crean o se inflan otras noticias para no hablar de temas tan marginales. Es una lástima, pero así se ha desarrollado la historia. En un eterno cambio para acabar con la miseria, pero todo permanece igual. Un abrazo 🐾

    ResponderEliminar

Instagram