Del nacionalismo y otros demonios

Hasta el más fanático de los hinchas, el que siente la sístole y la diástole de los escudos y las fronteras, debiera saber que himno y bolsillo son dos espejismos de la misma calaña




Jim Ratcliffe, "el hombre más rico del Reino Unido y apóstol del Brexit duro", ha decidido trasladar sus negocios a Mónaco, exhibiendo el verdadero rostro marrullero del patriotismo (1). Dice Juan José Millás, en una especie de asignatura de máster supersónico de periodismo, solo apto para lumbreras políticos, que "noticia es cuando un niño muerde a un perro y no al revés"(2). Al nacionalismo de verbena se llega por la Virgen de agosto, cuando una colada de banderines sombrea las plazoletas. "Mirado de cerca, no es más que una forma de agrupar bajo una sola bandera todo tipo de vicios más o menos populares bien regados con vino más o menos local", escribe Luis Martínez en El Placer del aburrimiento (3)Hasta el más fanático de los hinchas, el que siente la sístole y la diástole de los escudos y las fronteras, debiera saber que himno y bolsillo son dos espejismos de la misma calaña. 

No hay lugar para el romanticismo cuando el divorcio supone para las clases medias "un viaje hacia el empobrecimiento", según reporta El País en Economía del desamor, una odisea a través de notarios, jueces, procuradores y peritos, que da idea del precio justo de una ruptura matrimonial, una industria en alza que acarrea una pérdida media del 77% del patrimonio familiar (4), por no entrar en glaciares, mudanzas, recuerdos y reproches, reparticiones y custodias... En China, con tal de frenar la quiebra doméstica, más de un centenar de tribunales han impuesto periodos de espera o enfriamiento, de entre dos semanas y tres meses, a parejas que deciden separarse (5).

Y en todo ese tiempo para la reflexión, a la espera del referendo, quizá sea el momento de ojear digitales, que vienen repletos de preguntas trascendentes: "¿Por qué a veces me palpita el párpado?"(6)"¿Por qué el vaso de refresco se cubre de gotitas de agua cuando estoy en la playa?"(7); o "¿las camisas hawaianas son unisex?"(8)...; mientras poco a poco al lector se le va poniendo cara viral de concursante en serie, a punto de perderlo todo en uno de esos programas de tarde que sirven de preliminares nocturnos antes de la perversión del telediario.


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