Ser sincero en horario comercial nunca fue una idea rentable. Lo vemos en cualquier mitin, pero también en otros onanismos. Cuando hay un micro de por medio, la verdad importa un pito
A la rueda de prensa se va con la ilusión aprendida. Por eso sorprende tanto cuando alguien rompe el hechizo. Hablo de Ronald Koeman. El otro día, en la previa del partido contra el Athletic Club, dijo que el Barça no está para ganar títulos. A Schuster, cuando era técnico del Real Madrid, lo mandaron a tomar viento por reconocer que era imposible ganar al Barça de Guardiola. Quiero decir que ser sincero en horario comercial nunca fue una idea rentable. Lo vemos en cualquier mitin, pero también en otros onanismos. Cuando hay un micrófono de por medio, la verdad importa un pito. El Mundo, por ejemplo, acaba de publicar el contrato de Leo Messi y, gracias a la exclusiva, ahora sabemos, de repente, que el capitán del Barça gana mucha pasta, lo que ha desatado la ira del hincha más tierno, ese que cree todavía que los Reyes Magos trabajan por amor al escudo.
Podemos debatir, desde luego, el enfoque de la noticia y esa línea cada vez más difusa entre información y opinión, pero eso, verán ustedes, es ir a la moda en los kioscos, donde el periodismo se ha vuelto, sobre todo, deportivo. Y ahí entra en juego Marty Baron. El prestigioso director del Washington Post (inmortalizado en la película Spotlight por la investigación que destapó el escándalo de los abusos sexuales en la iglesia católica de Massachussetts) se jubila, y en una entrevista en El País suelta la bomba: "La gente se fía más de sus sentimientos que de los hechos". ¿Les suena de algo?
Una sociedad que reclama transparencia no debería escandalizarse porque se filtre una nómina. Es más, puestos a elegir a quién le damos el sueldazo de Nescafé, de Messi, al menos, sabemos hasta el número de veces que se toca las narices por partido. De otros marajás, en cambio, no tenemos ni las huellas dactilares. Si se hicieran públicos los sueldos de todo hijo de vecino, unos se quedarían sin portada y otros, sin burbuja. En este país, cuando alguien no quiere decir lo que gana, suele ser por dos motivos, o porque cobra muy poco o porque es youtuber. De hecho, ya querrían muchos tener un contrato que se publicara en los periódicos. O, simplemente, un contrato.
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