En busca del fuego (otra vez)

Unos cuantos niñatos malcriados -esto no va de generaciones, va de guarderías-, ya han aprendido que, si quieren pasar a la historia de instagram, o se cornean en 'La isla de las tentaciones' o se cargan unas marquesinas



"Antes de preocuparte por qué mundo dejas a tus hijos, preocúpate por qué hijos dejas a tu mundo"

José Antonio Marina


Una pareja de jóvenes se besa (o se come la boca, por utilizar jerga posromántica). Ella a horcajadas. De fondo, arde Barcelona. Podría ser un anuncio de preservativos, ya saben, todo eso de la pasión desatada y el fuego como metáfora, pero la revolución siempre es menos sexual de lo que parece. La imagen en concreto es de Emilio Morenatti (Associated Press) -búsquenla si pueden, merece la pena para entender eso de la moda juvenil- y fue tomada el pasado jueves, durante la tercera noche de protestas por la detención de Pablo Hasél, el rapero que quiere cambiar las reglas de acentuación en España. 

Cada cierto tiempo, las sociedades se vuelven inflamables. Hasta aquí, todo normal. A partir de ahora, la duda razonable, o sea, mambo. Veamos. Según The Guardian, en Catar han muerto más de 6.500 trabajadores durante los últimos diez años como consecuencia de las obras del mundial de fútbol. En España, en 2020, a pesar del bicho, es decir, del parón económico, murieron 780 trabajadores. Multipliquen por diez y pulverizamos el récord. Y eso que en la última década no hemos acogido ni una mísera Eurocopa (únicamente los Juegos del Mediterráneo). A pesar de todo, las cifras no son equiparables. The Guardian sólo ha tenido acceso a los inmigrantes fallecidos de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka. Es de suponer, por lo tanto, que el número de muertos es aún mayor, aunque los datos oficiales lo desmienten. Pero viene a cuento por dos de las últimas muertes que se han producido en nuestro país: la del abogado venezolano Néstor Pérez, que se estrelló contra un camión de la basura mientras repartía comida a domicilio; y la de Luis Víctor Gualotuña, trabajador sin contrato de origen ecuatoriano al que su jefe, supuestamente, no quiso llevar a urgencias tras caer del andamio.

¿Y las barricadas en las calles son por semejante injusticia? La respuesta es no. ¿Y por el reparto obsceno del Poder Judicial? Tampoco. Quizá por los 200 millones que el Real Madrid habría cobrado a través de empresas de las Islas Caimán... ¡Que no! ¡Que no! Entonces, ¿de qué va esto? Pues sobre todo de postureo revolucionario. Siempre resulta más fotogénico luchar por la libertad de expresión que por un contrato digno, lo que no quita que se denuncie, si se produce, cualquier atropello policial. Y ahí el periodismo juega su papel. Se habla mucho de un exceso informativo, pero lo que hay es un exceso de opinión, que es otra gasolina, pero más barata. Mientras una parte de la prensa, la más punk, blanquea el estropicio de una verbena mal enfocada, la otra se ceba con la juventud, así, a granel, como si la juventud fuera un mazacote ideológico, en otra lección de objetividad editorial en función del bando. 

Y en medio, eso sí, unos cuantos niñatos malcriados -esto no va de generaciones, va de guarderías-, que ya le han pillado el tranquillo a la noticia y saben que, si quieren pasar a la historia de instagram, o se cornean en La isla de las tentaciones o se cargan unas marquesinas. Curiosamente, en el reality también hay una hoguera. De toda la vida, desde que el fuego es el mejor amigo del hombre, los mejores cuentos siempre se han alumbrado alrededor de las llamas.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Instagram