Delirium tremens

Parafraseando a Gil de Biedma (o troleando que es millennial), que la política no iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde, después del cuarto imputado, más o menos



Lo bueno de los resultados electorales es que cada uno interpreta lo que quiere, como en un Kandinski. Enciendes la tele y ves a toda esa gente en sus sedes, celebrando algo, como si les hubiera tocado el sorteo del Niño, (a todos menos al PP y a Ciudadanos, que son los dos partidos que se hicieron la foto del trío. Luego hablamos de los peligros de enviarse fotos guarrindongas por guasap), y esperas la típica frase del Sorteo del Niño: el voto ha estado muy repartido. Veamos.

1-. Ganar las elecciones catalanas se está convirtiendo en un hecho anecdótico, más o menos, como ganarle a la suegra al bingo, sirve para pagarse unas cañas, pero ya está. Luego se juntan el segundo, el tercero y el decimocuarto, por ejemplo, y logran eso que es tan importante, la gobernabilidad, o sea, curro para los colegas. ¿Se imaginan al Getafe, al Huesca y al Granada sumando puntos para ganar la Liga? Todo muy parlamentario, por supuesto, pero poco deportivo.

2-. ¿Entonces no ganó el PSC? Sí pero no. Obtuvo la victoria, sí, pero en el minuto 94, a lo Ramos, y eso que en el fútbol es un subidón de la hostia, en política sólo da, como decíamos, para unas cañas. Otra vez el parlamentarismo. ¿Y Pedro Sánchez? Sale reforzado a medias. La pandemia no le pasa factura, entre otros motivos, por incomparecencia de la oposición, pero cada vez depende más de los factores atmosféricos, esto es, de ERC y Podemos. Para entenderlo, escuchen "Colgando en tus manos", de Carlos Baute y Marta Sánchez. Aquello acabó -la colaboración musical, digo- como el rosario de la aurora. 

3-. ¿Ganó ERC? Más de lo mismo. Sí pero no. Le ganó la partida a Junts, pero fue por los pelos. O, directamente, por obra y gracia de Quim Torra, el president que pedía ir a las barricadas mientras se subía el sueldo. Suya fue la sensacional idea de cargarse a Àngels Chacón, suponemos que demasiado moderada para la causa, lo que provocó la escisión del PDeCat, un partido de poca monta, apenas 77.000 votos, los que le han faltado a Junts para seguir siendo la voz cantante del independentismo por control remoto.

4-. ¿Ganó el independentismo? Sí -y este es el primer sí del artículo-, pero con matices. A día de los enamorados, ante notario, lo que sabemos es que la mitad de la mitad de los catalanes son independentistas, unos 250 gramos, lo que da para una buena merienda, pero no para un banquete. Es cierto que el otro bloque, el constitucionalista, no tiene ni para el desayuno, y eso se debe, en parte, a que el independentismo tiene más labia y el sentido figurado recién puesto. Ya saben cómo se defendió Trump de su segundo impeachment, se limitó a decir que no hablaba en serio. ¡Viva la retórica y la madre que parió a los expresionistas rusos! Para colmo, los independentistas no se pueden ni ver entre ellos. Es lo más normal cuando mezclas en el mismo sarao económico a republicanos y pospujolistas, que da la risa.

5-. Vox también se llevó un pellizco, lo que no da risa, más bien yuyu. Cataluña, ese remanso de progreso, ya tiene ultraderecha y todo. El discurso de los de Abascal es el más elaborado, la culpa, sea de lo que sea, es de los menas. Lo que recuerda, en cierto modo, a otro discurso hiperconciliador, me refiero al del partido de Puigdemont y compañía: "Colau no es más que una puta histérica española. Haremos limpieza de españoles, lo prometo", escribió Josep Sort, candidato por Barcelona, que tuvo que renunciar después por la presión del resto de partidos. O, "España es paro y muerte, Cataluña es vida y futuro", de Joan Canadell, tercero, también por Barcelona. Quiero decir que a medida que Cataluña camina hacia la independencia, se va españolizando. Pero eso es una paradoja, ¿no? Como todo en las democracias cuánticas, también la abstención de caballo, ese 46% de materia oscura que deja cada vez más claro que ya sólo votan los clubs de fans.

6.- ¿Y la CUP? Otro sí -ya le voy pillando el tranquillo a esto del antinegacionismo-. Resulta que los antisistema se han dado cuenta que se vive de lujo dentro del sistema y en esa contradicción anda inmersa el ala izquierda del Pati dels Tarongers. Además, eso de quedar con la hinchada del otro equipo antes y después del mitin para repartirse mimitos, parece que tiene su credo. Todo muy democrático.

7.- Llega el turno de Pablo Iglesias. El hombre/partido mantuvo el tipo, que no es poco. Eso de criticar al gobierno del que uno forma parte, le sirve, de momento, para salvar la permanencia. Podría, incluso, entrar en el govern o, como mínimo, tener la llave de ciertos asuntos. Nadie metaboliza mejor los malos resultados.

8.- ¿Y PP y Ciudadanos? Los grandes perdedores, sin duda (otra vez con permiso de Junts, que está en todas las fiestas). Unos miran a Bárcenas y otros a Malú. De momento, Génova ya está en Fotocasa. Mala noticia, las derechas tienen que ser muy derechas para poner cachondo a su público. Y todo lo que se hace de cara a la grada, acaba en un plató de Telecinco.

Conclusión. Esto parece el festival de Benidorm del 68, sólo falta Julio Iglesias cantando aquello de "la vida sigue igual". ¿Igual? No, con pequeñas variantes que, si no se trabajan a conciencia, pueden dejar un panorama todavía más ingobernable. Parafraseando a Gil de Biedma (o troleando que es millennial), que la política no iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde, después del cuarto imputado, más o menos.



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