Hijos de un dios menor

Pedro Sánchez ha tomado la primera gran decisión de su gobierno: rescatar un barco repleto de inmigrantes que nadie quería en sus puertos. Hoy la política española parece un poco más humana






Se podía haber mirado hacia otro lado. A fin de cuentas, Europa practica el estrabismo un mínimo de cinco veces por semana. Se ladea el cuello, se cambia el ángulo de visión, se pierde la perspectiva y todos tan panchos. Tal vez, un poco de rigidez cervical. Nada que no se solucione con un Ibuprofeno. Contra los dilemas morales, receta de collarín y anteojera. Como en todo lo mágico, la patria se guarda sus trucos. Los carnets se reparten por rigurosa pedrea geográfica o por virtuosismo alpinista, según dicta la última moda gala. Los lunes nunca custodiaron grandes sorpresas. Son más bien jornadas de resaca deportiva mientras el GPS reorienta la ruta oficial de vuelta a la monotonía. España llevaba años sumida en el pasmo y es en ese escenario de naftalina donde Pedro Sánchez funciona como una bocanada. Su primera gran decisión ha sido "evitar una catástrofe humanitaria y ofrecer un puerto seguro", refiriéndose al Aquarius, el barco repleto de inmigrantes con el que Italia y Malta peloteaban su sadismo. Se trata de una declaración de intenciones y un guantazo soberbio en el morro de la Bruselas más mezquina. Es solo un gesto, de acuerdo, pero un gesto esperanzador que vira el rumbo de un credo político extraviado. Ahora que la limosna ya no se frecuenta por escepticismo, sin visos de Robin Hood por ninguna parte, con la ralea invirtiendo en la burbuja de la bandera como apuesta insolidaria, hoy, por fin, hemos sentido el primer alivio leve. Un cataplasma contra la desvergüenza, un resquicio de otra realidad probable.


(El periodismo es un ejercicio orgánico que a menudo se fundamenta en el levantamiento de piezas. Como las hemos visto de todos los colores, a continuación se incluye el artículo que se había escrito el lunes a primera hora de la mañana, cuando Pedro Sánchez y su gobierno todavía no habían tomado la decisión de rescatar a los inmigrantes. Es el making of de un día de furia, como tantos otros).


"La final de este año será un pulso entre el brío de la juventud y la sabiduría de la veteranía", subtitulaba El País una previa de Toni Nadal sobre la final de Roland Garros que estaba a punto de disputar su sobrino (1). El partido no dio pie al debate. La trifulca perpetua entre el ayer y el mañana quedó reducida a eslogan. Rafa Nadal colecciona copas de los Mosqueteros con el garbo costumbrista con el que el Real Madrid recopila Champions. Pero no lancen todavía las canas al vuelo. 

ICON rebaja la euforia madura con un reportaje dedicado a Esteso y Pajares. "De amos de España al olvido", titula, retomando el libro de Juan José Montijano: Tanto monta. monta tanto, Andrés como Fernando (2). Nueve películas en cuatro años engendraron el mito. La primera, Los bingueros, un guiño de Mariano Ozores a los intereses recreativos de la mujer del productor, José María Reyzabal, hijo del constructor que levantó la Torre Windsor, donde se sellaban los contratos de la España del destape, nuestra particular adaptación de El coloso en llamas. Su éxito en los ochenta fue tal que llegaron a retrasar el estreno de El Imperio contraataca para que no coincidiera en cartelera con Yo hice a Roque III. El mismísimo Camilo José Cela bromeó con el repaso taquillero que Cristóbal Colón, de oficio descubridor le dio a su Colmena cinematográfica. Un apogeo efervescente con pronóstico de hostión legendario.

En cuestión de ocasos, la Times New Roman tiene un máster. En "Auge y caída del Imperio de la Times New Roman", Verne repasa la historia de la tipografía que "teníamos en todas partes y de repente desapareció"(3). Ideada por Stanley Morison para modernizar la imagen del diario The Times, la letra se convirtió en la reinona de las publicaciones hasta que Calibri, con ayuda de Microsoft, le arrebató la poltrona. 

Es la conspiración del diseño, la misma que ha hecho que en Arabia Saudí, Dolce&Gabbana, con tal de respetar el Ramadán, celebrase un desfile de alta costura sustituyendo a las modelos por drones que remolcaban las prendas a lo largo y ancho de la pasarela, como ánimas en pena de una película de serie B (4)


¡VERGÜENZA! Así en mayúscula y sin destilaciones. Nuestros nietos nos mirarán con las mejillas tiznadas de barbarie. Ni con todas las gomas de borrar del mundo rectificaremos tanto bochorno

Tal vez Goya le hubiese dedicado un grabado. Algo así como el sueño de la tecnología produce monstruos. En el Instituto Tecnológico de Massachusetts lo han verificado (5). Dejaron que un robot campara a sus anchas por los recovecos más oscuros de internet, los foros más salvajes, y han creado a Norman, en homenaje al protagonista de Psicosis, la primera inteligencia artificial perturbada que bien podría tararear aquella rebeldía tan pulcra de Jeanette. Puede que su canto forme parte de alguno de los algoritmos con los que Spotify crea sus Playlist recomendadas. En su crítica, el periodista musical Diego A. Manrique define el mecanismo con franqueza de otorrino: "Debe ser bastante sordo"(6).

Quien no lo era por lo visto es la aplicación móvil de La Liga de Fútbol que "usaba el micrófono del teléfono de millones de aficionados para espiar a los bares"(7). Ya ven que ninguna conversación está a salvo. Ni siquiera ésta. Puede que usted, por estas fechas, esté planeando sus vacaciones de agosto. Un crucero no estaría mal. Los anuncia Shakira. Tome nota, el MSC Seaview, el barco de pasajeros más grande construido en Italia, arribará a Barcelona, por la bocana sur, esta misma semana. El buque fue botado el pasado sábado por la noche en mitad de un fiestorro con Sophia Loren, Zucchero y el cardenal Bagnasco (8). La cita no pasaría de una réplica grotesca de la Gran belleza de Sorrentino si no fuera porque mientras tanto, nadie en Italia y Malta quiere desembarcar a los 629 inmigrantes que en algún punto en el limbo del Mediterráneo, como en un lienzo de Géricault, van a la deriva (9). ¡VERGÜENZA! Así en mayúscula y sin destilaciones. Nuestros nietos nos mirarán con las mejillas tiznadas de barbarie. Ni con todas las gomas de borrar del mundo (las Milan cumplen ahora cien años 10), rectificaremos tanto bochorno. 

De entre los más de mil quinientos personajes que atraviesan las páginas de La vida instrucciones de uso, George Perec imagina a Cinocun matapalabras que se dedica a la actualización de diccionarios. Como enterrador de acepciones en desuso, hoy estaría ya cavando una fosa común en alguna cuneta donde arrojar los huesos de la ética y sus vástagos.



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