Bancos, superguerreros, jueces y realities de cocina

Ya saben que existe, incluso, una tasa de riesgo de rebrote que recuerda muchísimo a aquella prima de riesgo que nos tenía tan acojonados en 2008, cuando comenzó la moda de privatizar todo lo privatizable, incluida la Sanidad, con lo que ahora no es de extrañar que se confundan los balances de muertos con los valores de mercado



A priori, somos muy fans de cualquier fusión, ménage à trois o intercambio de siglas bancarias. Si Brad Pitt se nos ha hecho liberal, aquí tenemos a Nuria Roca. En lo que a fusiones se refiere, que es la bacanal que hoy nos ocupa, nos pirra la del hidrógeno, por ejemplo, que nos permite (este año no) seguir bronceando nuestra economía a base de sol y playa. También la mezcla bachata y trap, muy lucrativa para la venta de paracetamol de un gramo. O la de Son Goku y Vegeta, necesaria para mantener a raya a cualquier protagonista de Hermano Mayor. Nada que ver con la que anuncian CaixaBank y Bankia. El nacimiento de un megalodón financiero siempre da un poco de yuyu. Entre otras cosas, porque el rescate de Bankia (24.069 millones de euros) le supuso a cada español -números orientativos- unos 500 euros, de los que no vamos a ver ni el reintegro. Lola Flores pidió mucho menos y la tomamos por faraona. 

Los expertos aplauden la medida. De lo que se trata, según nos cuentan, es de proteger el sistema frente a eventuales contagios. Ya saben que ahora existe, incluso, una tasa de riesgo de rebrote que recuerda muchísimo a aquella prima de riesgo que nos tenía tan acojonados en 2008, cuando comenzó la moda de privatizar todo lo privatizable, incluida la Sanidad, con lo que ahora no es de extrañar que se confundan los balances de muertos con los valores de mercado. Traducido al quinqui, la unión de las dos entidades supondrá una oficina cada 500 kilómetros, o lo que es lo mismo, tener que pedir un año sabático para solucionar cualquier trámite. Y de juntar un duro, se me van olvidando. Aquí, el ahorrar, se va a acabar. O tiene usted una hipoteca a cuarenta años con nosotros, dos planes de jubilación y un seguro dental, o le enviamos mails y sms cada doce segundos. Más o menos como ahora. Pero con más descaro. Si todavía albergan dudas, sepan, además, que si el negocio prospera, los directivos de Bankia, que tenían sus sueldos limitados por razones obvias a un máximo de 800.000 euros al año, podrán equiparar sus retribuciones a las de sus nuevos compis de curro. La nota positiva es que viendo cómo funcionaban en su día ciertas cajas, con la concentración de cúpulas se reduce, al menos, el número de posibles maleantes.

Lo que nos lleva al segundo punto del orden del día, el cachondeo con la no renovación del Consejo General del Poder Judicial. Una inconstitucionalidad flagrante. Otra más. Hay magistrados que llevan tanto tiempo entre nosotros que son como de la familia. Dan ganas de invitarlos a un bautizo. De trasfondo, la batalla política por controlar el poder judicial, que hace que el PP se resista a perder la cuota de control que todavía mantiene. ¿Y la independencia judicial? En el cajón de los buenos propósitos, junto a los presupuestos más sociales de la historia. El obstáculo, por lo visto, es Unidas Podemos. Demasiado republicanos. O sea, que el resultado del voto, cuando no nos gusta, a tomar por saco. Algunos, a eso, también le llaman democracia.

Sin movernos del PP, de las cloacas han pasado a los fogones. La operación Kitchen hace que en Génova ya no sepan muy bien si lo que necesitan es a una empresa de desatascos o a un chef como Chicote. Casado elude responsabilidades. Dice que en aquella película de espías, él solo era un mindundi en Ávila. Con lo fácil que hubiera sido improvisar una respuesta original, a la altura de un exministro como Fernández Díaz, el hombre que se topó con Dios en Las Vegas, algo así como nosotros creímos que si quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón, quien roba a un tesorero, ya ni les cuento...




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