Por debajo del millón de amigos, uno es poco menos que un mindundi, un auténtico paria de la influencia que no merece la atención de los sellos, obsesionados con los superpoderes del algoritmo
Haber hecho de Roberto Carlos (el cantante brasileño no el carrilero del Real Madrid) el nostradamus de nuestra época, dice mucho de la banda melódica que nos ambienta. Esta misma semana, Carles Ponsí, ilustrador, dibujante de cómics y colaborador revistas como El Jueves, compartía en Twitter la respuesta con la que una editorial se había ventilado su último proyecto: "Nos ha gustado mucho, pero después de consultar el alcance que tienen tus redes sociales, lamentablemente no lo podemos editar. No dudes en ponerte en contacto con nosotros más adelante si se presenta algún aumento de seguidores". La denuncia sirve para ilustrar la deriva robertocarlista que nos invade, el currículo se mide al peso de los followers, tal y como critica María Zuil en El Confidencial (1). Por debajo del millón amigos, uno es poco menos que un mindundi, un auténtico paria de la influencia que no merece la atención de los sellos, obsesionados con los superpoderes del algoritmo.
En la misma línea: "Los grandes grupos empiezan a apoyarse en el análisis del big data para identificar cómo son sus lectores y qué títulos quieren leer", informaba El País hace unos días (2). En este caso es la literatura la que queda sometida a un Excel de datos cruzados para reducir el margen de riesgo, siempre a la caza del último bestseller, como si los libros, los libros mayúsculos al menos, los que trascienden la moda del momento para convertirse en clásicos incuestionables, tuvieran que ser o no ser en función de su éxito comercial. Bajo esa premisa, ya podemos liquidar, del tirón, más de la mitad de la historia del arte, cimentada sobre el genio de autores capaces de avanzarse a su tiempo, pagando el peaje, a costa de una incomprensión y de una marginalidad que, con los años, cotiza al alza en alguna subasta de pijos. Son los peligros de confundir cultura y mercantilismo. "Al final, ser artista será un capricho de niños ricos que no necesiten el dinero y se lo puedan permitir", lamenta Paulo Alfaya, vicepresidente de la Asociación Profesional de Ilustradores de Madrid, en el reportaje de María Zuil.
Nada nuevo bajo el sol. De Joyce a John Kennedy Toole pasando por Gabriel García Márquez, la lista de portazos a escritores del jurado del Tú sí que vales de turno, el mismo que se cargó a Rosalía por desafinar, da para un máster de gurús del zodíaco en Iowa, solo que ahora, además, viene avalada por el masoquismo de las redes. Lo único evidente es que quien quiera un radiocasete de doble pletina se ha equivocado de profesión.
Para ver hasta qué punto estamos pringados, bastará con decir que el asunto ya ha llegado al fútbol, auténtico termómetro de nuestras vidas. Desde esta temporada, los aficionados del Lorca, equipo murciano de Tercera, pueden decidir la alineación de su equipo y los cambios durante un partido a través de una aplicación móvil que ya cuenta con más de 4.000 usuarios que dedican su tiempo libre a los banquillos sin ver un duro (3). Por ahora, el equipo es séptimo, a seis puntos del ascenso, pero si el proyecto se desinfla a ver quién es el valiente que se atreve a destituir a los 4.000 valverdes sin montar un Esquilache. De lo que se trata, hablemos claro, es de hacer currar a todo quisqui por el morro, aprovechando nuestra vena de pantocrátor virtual. Nada que deba inquietarnos todavía, por lo menos hasta que empiecen a asomar por los tejados los gatos tristes y azules de las profecías de Roberto Carlos, síntoma tal vez de que aquí ya solo pueden publicar Shakira, las Kardashian, Cristiano o J.Lo.
(1) https://www.elconfidencial.com/cultura/2020-02-06/influencers-redes-seguidores-ilustradores_2443332/
(2) https://elpais.com/cultura/2020/01/15/actualidad/1579118144_664177.html
(3) https://elpais.com/deportes/2020/02/06/actualidad/1581020971_882270.html
Gran post. Bueno, bonito y barato. Es cierto que existe una sobrevaloración de lo que significa «tener seguidores». En ocasiones, un numero al no le pones rostro ni cariño (por que no le conoces personalmente), pero que llena la boca del ego (al menos del mio).
ResponderEliminarUn saludo especial para vosotros!!!
El gran problema del ego virtual es que es un espejismo que no da ni para pipas. Gracias, ¡un saludo!
EliminarCreo que estamos más obsesionados con tener seguidores que de nuestras propias inquietudes
ResponderEliminarY bien que lo saben los oligopolios. ¡Gracias por tu comentario!
EliminarGran artículo, como todos, y muy necesario. Mi admiración y mi enhorabuena por tu/vuestro curro.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. ¡Un saludo!
Eliminar