Los amantes del Círculo Polar

Que el verano se agota lo saben las azoteas donde el zumbido de los aires acondicionados va acortando su verbena, pero ¿cómo se intuye en el entresuelo que una democracia tiene aluminosis?




Que el verano se agota lo saben las azoteas donde el zumbido de los aires acondicionados va acortando su verbena, pero ¿cómo se intuye en el entresuelo que una democracia tiene aluminosis? En Cómo mueren las democracias, los politólogos de Harvard, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, ponen el foco en el fenómeno Trump. Mucho antes, en 1978, el sociólogo Juan José Linz, enunció cuatro señales de alerta en su obra La quiebra de las democracias: rechazo de las reglas de juego democráticas; negación de legitimidad a los oponentes; cierta connivencia con el radicalismo y voluntad de restringir las libertades civiles de los adversarios, tal y como recoge Jesús Cebeiro en La democracia menguante (1). Deberíamos alarmarnos si no fuera porque nuestra época de turbocapitalismo "ha alimentado a las gentes con una alfalfa que aniquila el juicio crítico", según palabras de Juan Manuel de Prada en su artículo Revoluciones de falsa bandera (2).

Como venimos de donde venimos, encontrarnos en mitad de la web de El País una pregunta de este calado: "Para qué sirve un máster", tiene pinta de sátira con cicuta. Abrimos el enlace. Nada más lejos. Se trata de una información patrocinada por Emagister (3), que tiene por lema: "Tenemos muchos, miles, millones de cursos", un reclamo irresistible para gobernantes, aliñado con una lista de ICON que nos trae las "14 mentiras de la historia que nos tragamos sin rechistar"(4), una especie de recordatorio sobre el trapicheo político del pasado, abundante en "las homilías de reclinatorio" de ciertos mitines con glasé. "Yo asimilo rápido y de cualquier anormalidad hago norma doméstica", ironiza Antonio Lucas (5)

Lástima que a unos cuantos, cada vez más becerriles, el sarcasmo les suene a polca, y aprovechando el carácter ciclónico de los vientos y la cuadratura de los astros, se apoderen a modo de mantra, como en un guiño grotesco, de una de las frases míticas de los Amantes del Círculo Polar, la película de Julio Medem que ahora cumple veinte años, aquella que Ana (Najwa Nimri) le escribe a Otto (Fele Martínez): "La casualidad que estábamos esperando".


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