Política ficción, Rocky V y el nuevo Churchill

¿Qué tal la moción? Pues como diría Joaquín Sabina: Y la pandemia siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido



Cada uno celebra su primer millón de contagios como le da la gana. Aquí, moción de censura. La quinta de la democracia. A nada que se controle un poco el mundillo de las sagas, se sabe que las quintas partes nunca fueron buenas. Ahí tienen Rocky V. Con lo fácil que hubiera sido publicar un desnudo artístico en Instagram. O mejor aún, montar una comitiva de las de siempre, en plan Mr. Marshall, con Espejo público retransmitiendo en directo el último positivo desde el hall de un hospital de campaña engalanado hasta los topes, con su enfermera de faralaes, un representante de la diputación de Cuenca, por ejemplo, la entrega de un lote de mascarillas FFP2 para la familia del agraciado, gentileza de modas Carmen, y una versión adaptada de la canción de Los Stop. Pero eso es pedir demasiado. Aquí, si no hay un político chupando cámara, no aceptamos la película. 

¿Y la moción? Parafraseando a Sabina: y la pandemia siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. O lo que es lo mismo, un delirio de máxima urgencia, se anunció en julio y se ha votado a finales de octubre. Con piñazo de VOX, que es ese partido con pocos singles (menas, okupas, virus chino...), pero muy bailongos. Habló incluso de crear la iberoesfera, una alternativa a la capa de ozono europea, comandada, seguramente, por Trump, que nos dejaría, por supuesto, ir a buscarle el frisbie. Un cachondeo. Cómo sería la cosa, que Pablo Casado fue la estrella (con permiso de Aitor Esteban, PNV, que se pulió la pantomima en menos de dos minutos. Plis plas). Le aplaudió hasta un ujier del Congreso. O sea, el proletariado. A Pablo Casado, digo. No se veía nada igual desde lo de Ronaldinho en el Bernabéu. Ya ven, como dice Jordi Évole, de repente, nos ha nacido un Churchill. Ocurre en tiempos de crisis. Cualquiera puede ser el 9 del Barça. Hasta Braithwaite. Y todo el mundo la mar de contento. Volvemos al centrismo. ¡Hurra! Bruselas puede dejar la dormidina, al menos, este fin de semana. Y en las sedes de los partidos, mucha hombrera, mallas y chupa de polipiel. Lo que viene siendo el uniforme oficial de los ochenta, cuando éramos un país modernete, capaz de arrinconar a la extrema derecha. 

Algo que habrá que ver cómo se traduce a pie de urna. La calle es otro circo. La sensación es que España se catalaniza. De aquí a unos años podremos explicar a nuestros nietos que tras una falsa declaración de independencia ahora hemos vivido una moción fake. El televotante, quiero decir el demócrata de la política ficción, siempre empatiza con el más gamberro del reality. Si a eso le sumamos que el 2021 pinta como pinta, el follón está servido. Por si las moscas, el autor de Sobre la tiranía, Timothy Snyder, avisa en El Mundo: "Los líderes populistas son buenos inventando crisis, pero no lidiando con ellas".







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