¡No me toquen los chuletones!

Lo más reciente en populismos ibéricos es señalar con el dedo a quien no come panceta y a los editores de las revistas satíricas



A Ayuso se le ha quedado pequeño el Bernabeu y ya sueña con debutar en la Torre Eiffel, junto a Sergio Ramos. O, como poco, en la Moncloa. Por eso negocia de tú a tú con el presi. Le ha pedido que Madrid tenga paseo marítimo, un Falcon con combustible y más parné para defender el idioma. Lo que está en juego, ni más ni menos, es un cambio de régimen. Los Frankenstein, ya lo saben, nos quieren hacer vegetarianos. ¡Carnívoros del mundo -Simba, Mufasa, Chicote-, uníos! Igual que se fingen orgasmos, se adulteran debates. El de esta semana va de chuletones. El ministro de turno ha recomendado reducir el consumo de carne y se ha liado la guerra mundial Z. Ha tenido que salir el presi a decir que él, el Big Mac lo prefiere al punto. Y eso que en aquella novela de ciencia ficción que nos presentó hace unos días, España 2050, dibujaba ciudades como vergeles, repletas de acacias, enchufes para los coches y patas de jamón impresas en 3D, lo que demuestra que el futuro no se lo creen ni los que escriben el horóscopo. 

Lo raro, tal y como está el rancho, es que los amigos de la barbacoa no hayan filtrado todavía el guasap del ministro. Lo más reciente en populismos ibéricos es señalar con el dedo a quien no come panceta y a los editores de las revistas satíricas. 

Para colmo, cierto periodismo que se rasga las vestiduras por el sector cárnico es el mismo (o casi) que pide prudencia con el asesinato de Samuel Luiz. La homofobia, por lo visto, no requiere tanta denuncia. Han matado a un joven al grito de maricón, pero igual no es lo que parece. Podía haber sido al grito de puta, negro o sudaca, cualquier motivo es válido para una jauría -los cobardes siempre cazan en grupo-. También podría ser, como escribe Sergio C. Fanjul, "que el motivo por el que asesinaron a García Lorca fuera el desacuerdo con su poética". Lo importante, para algunos, es demostrar que el crimen sólo fue un crimen, el típico linchamiento, gajes de la madrugada... Así, libres de pecado, ya podemos centrar de nuevo el debate. En este país sólo hay un problema y se llama Cataluña.











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