Los asquerosos

Entramos de lleno en esa época del año en la que el dominguero de turno se va p'al pueblo por ahorrarse unas tasas, hasta que descubre indignado que las campanas del campanario no son como las de las notificaciones de Facebook, éstas tienen badajo y no precisamente de adorno



En lo que se trapichean alcaldías, diputaciones, comunidades de vecinos y testamentos democráticos, numerosos medios se han hecho eco de la detención en Barcelona de un traficante que vendía droga montado en patinete (1). Por lo visto, lo del patinete es un buen reclamo, sobre todo porque era eléctrico, lo que demuestra hasta qué punto está calando eso de la conciencia medioambiental, ahora, hasta los "camellos" y los anuncios de "birra" apuestan por un negocio más ecosostenible. 

Puede que el ecologismo de palo selfi comenzara a írsenos de las manos con el turismo rural, primera avanzadilla del despropósito. No hace ni un mes que se hizo viral el vídeo de un pastor asturiano metido a youtuber que denunciaba el cierre de un gallinero en Soto de Cangas, supuestamente, por el ruido que tanto molestaba a los clientes de un hotelito idílico (2). Aunque los vigías del buen periodismo ya han desmontado el tinglado, demostrando que el cese de la actividad se debió, más bien, a la falta de ciertas licencias municipales, la casuística, sin embargo, recuerda demasiado a todas esas denuncias que se multiplican en verano. Entramos de lleno en esa época del año en la que el dominguero de turno se va p'al pueblo por ahorrase unas tasas, hasta que descubre indignado que las campanas de un campanario no son como las de las notificaciones de Facebook, éstas tienen badajo y no precisamente de adorno. "Se trata de una pulsión habitual en ciertos homínidos: querer hacer cosas que salen de su rutina para, luego, quejarse", escribe Quim Monzó en La Vanguardia (3).

Aquí al lado, en Francia, el país de Astérix y Macron, el presidente que afea a Ciudadanos pactar con la extrema derecha (4), el debate ha suscitado una propuesta para acabar de raíz con la tontuna de los urbanitas: que los sonidos rurales se inscriban dentro del patrimonio con la ayuda del Ministerio de Cultura. Así, en menos que canta un gallo, nuestros vecinos esperan que el repique de campanas, el cacareo de las gallinas, el mugido de las vacas, el trino de los pájaros, el croar de las ranas y hasta el zumbido de los abejorros, militen en la misma liga que la Torre Eiffel o al Arco de Triunfo. Aquí no estaría mal una iniciativa semejante que metiera en la misma saca, aunque solo sea por reivindicar el uso de las hemerotecas, qué se yo, el rebuzno de los asnos y el pitorreo de ciertos discursos de investidura, por ejemplo (5).



(1) https://www.lavanguardia.com/sucesos/20190614/462863711398/detenido-traficante-barcelona-droga-patinete.html
(2) https://www.lavozdeasturias.es/noticia/viral/2019/05/07/cierre-gallinero-viral-pollo-molesta-chunda-chunda-terrazas-/00031557250311773827444.htm
(3) https://www.lavanguardia.com/opinion/20190615/462867823844/mas-patrimonio-nacional.html
(4) https://elpais.com/politica/2019/06/14/actualidad/1560498984_931192.html
(5) https://www.lavanguardia.com/politica/20190615/462867824469/una-descarnada-subasta-de-poder.html

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