La retórica política se ha vuelto simplona hasta el máximo común divisor. El mitin se empobrece y gana enteros la corazonada desleída
Casi dos tercios de la población mundial ya usan móvil (1). 5.100 millones de personas para ser exactos, según los datos del Mobile World Congress, donde a juzgar por lo que se publica, parece que todo sea besamanos, pillapilla y 5G, que suena a última generación de teléfonos inteligentes criados 100% con bellota. Para ablandar bolsillos, se calcula que las nuevas tecnologías suponen a estas alturas el 4,6% del PIB mundial. Sin embargo, poco o nada de los 44,7 millones de toneladas de residuos que generan al año, el equivalente a nueve pirámides de Giza, unos 20 kilos de chatarra electrónica por barba, si tomamos como ejemplo España (2).
La movilización, sujeta a los caprichos de una batería, coincide con los resultados de un estudio de las universidades de Texas y Princeton, el más ambicioso hasta la fecha, que prueba que la retórica política se ha vuelto simplona hasta el máximo común divisor, reforzando aquel otro trabajo del Boston Globe que decía que el lenguaje de Donald Trump era tan básico que hasta un niño de nueve años podía comprenderlo (3).
El mitin se empobrece y gana enteros la corazonada desleída, prevista por Federico García Lorca en su mítico discurso Medio pan y un libro, pronunciado en septiembre de 1931, durante la inauguración de la biblioteca de su pueblo, Fuente Vaqueros: "Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social".
Casi un siglo más tarde, ni una cosa ni la otra, pero con móvil, eso sí; que no decaiga el wifi para que el político de turno tenga acceso ilimitado a la contraseña ideológica de cada votante. Se trata de recopilar datos y hacer perfiles, con absoluta impunidad legal, amparados en la mal llamada Ley de Protección de Datos Personales y Garantía de los Derechos Digitales, "para mandarnos propaganda electoral, segmentada según nuestros intereses o miedos", tal y como recalca el profesor y experto en comunicación Borja Adsuara (4). Así que no se extrañen si en los próximos meses, en lo que dura la campaña, digo, reciben en su WhatsApp mensajes con la elocuencia de Tarzán o la labia de un Teletubbie. Es el partido en liza que llama a su iPhone como en un homenaje a aquella antigua firma de cosméticos que, bajo el lema de Avon llama a tu puerta, siempre estaba dispuesta a maquillar a domicilio. Sálvese quien lea.
(1) https://elpais.com/tecnologia/2019/02/25/actualidad/1551107066_315467.html
(2) https://elpais.com/sociedad/2019/02/25/actualidad/1551109894_787677.html
(3) https://www.elmundo.es/papel/historias/2019/02/26/5c73e95afc6c834a618b4591.html
(4) https://www.elmundo.es/opinion/2019/02/26/5c7436d021efa0713f8b45c0.html
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