Se trata de moldear la belleza, de reducirla a talla única; de uniformar el inconformismo con una pátina de desencanto hasta dejarlo todo medio insípido. Y así, el día menos pensado, girar al infierno. Sin peajes. Solo por recreo de domingo con paella y comicios
Las cicatrices tienen los días contados. Al menos, en el Reino Unido. El Instituto de Cine Británico ha anunciado que se acabaron las subvenciones para películas con malos que luzcan heridas reales de guerra en el rostro. La única brecha tolerable es la salarial. Lo demás es maquillaje. En una sociedad con una franquicia estética cada dos portales, Scarface está obligado, tarde o temprano, a pasar por uno de esos programas de cambio radical. Para colgarse la medalla, la oenegé Changing Faces ha creado un hashtag de combate, cuya intención es evitar que el cine estigmatice a las personas con caras desfiguradas. Imagínense por un momento lo que hubiera sido de los pobres Sírex y su tema Que se mueran los feos, en manos de este "neocatecismo" ultrapuro. Varios juicios sumarísimos y algún paredón en Twitter. Se trata de moldear la belleza, de reducirla a una sola talla, de uniformar el inconformismo con una pátina de desencanto hasta dejarlo todo medio insípido. Y así, el día menos pensado, girar al infierno. Sin peajes. Solo por recreo de domingo con paella y comicios.
En un artículo en El País, el escritor Jordi Soler recuerda que la rebelión de los jóvenes que profetizó Octavio Paz en 1967 "ha quedado reducida a rabieta online"(1), donde envalentonarse resulta más sencillo, "venirnos arriba, gustarnos en las chicuelinas, y subir de punto el tono, el arabesco, la retórica", que dice Andrés Trapiello. "La imagen del jipi, que hace años combatía al sistema desde la calle, practicando hoy la postura del guerrero en un salón de yoga climatizado, ilustra perfectamente la magnitud del caso", tal y como remarca Soler.
Javier Marías sube la apuesta de la disneylización del mundo, y mete en el carro de los quejosos a toda esa gente que "ha decidido abrazar el cuento que le gusta, como los niños, independientemente de que sea o no verdadero (...). La conclusión que parece haberse alcanzado es que nadie puede ganar elecciones y tener éxito si no presume de haber sido agraviado y maltratado", sentencia (3). Es la edad del victimismo. "Y así, corrección tras corrección, hasta el día del Juicio Final", añade Quim Monzó en La Vanguardia (4). Justo el fin de semana en que España ha recibido un derechazo por Andalucía, quizá intuido por Enric González en El Fascismo que viene, donde presagia: "Miles de académicos se ganarán la vida durante siglos estudiando por qué ocurrió lo que empieza a ocurrir ahora"(5) .
(1) https://elpais.com/elpais/2018/11/22/opinion/1542884751_628476.html
(2) http://www.magazinedigital.com/opinion/en-torno-max-estrella
(3) https://elpais.com/elpais/2018/11/26/eps/1543243343_943220.html
(4) https://www.lavanguardia.com/opinion/20181201/453246183136/los-malos-tienen-sentimientos.html
(5) https://elpais.com/elpais/2018/11/30/opinion/1543593007_278724.html
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