Mandela, Superman y Beckett

Escritores en busca de historias entre la prensa; periodistas a la caza de noticias entre las novelas; realidad y ficción comparten el lecho de la página en blanco, de la pantalla por hacer...




Madrid tendrá por fin una cabina en homenaje al famoso telefilme de Antonio Mercero protagonizado por José Luis López Vázquez, y Superman respira tranquilo porque dispondrá de un vestidor para cambiarse (1). El traje cinematográfico del superhéroe: leotardos azules, capa roja, botas de cuero... que lucía Christopher Reeve en la gran pantalla, fue obra de la reconocida y laureada diseñadora Yvonne Blake, presidenta de Honor de la Academia del Cine Español que falleció ayer a los 78 años (2)

Aquella película, precisamente, reparó una ofensa. Unos cuantos años antes, se cumplen ochenta, el Hombre de Acero nacía en Cleveland de la mano de dos amigos de instituto, aficionados a la ciencia ficción y el pulp, Joe Shuster y Jerry Siegel, este último víctima de bullying y perdidamente enamorado de una estudiante que no le hacía ni caso y que se llamaba Lois. Ahora, un cómic con sello de Julian Voloj reivindica la historia de sus creadores, que vendieron la gallina de los huevos de oro por un cheque de 130 dólares tras cuatro años recibiendo todo tipo de rechazos editoriales. Voloj los define como "dos héroes trágicos" en un mundo "de hombres de negocios sin escrúpulos"(3). Un descenso a los infiernos que fue especialmente virulento en la madurez, cuando fueron olvidados y ultrajados hasta que el mundo del cómic y el sindicato de autores, coincidiendo con el estreno cinematográfico de Superman, a mediados de los setenta, los salvó del desahucio, consiguiéndoles, finalmente, una pensión vitalicia.

Compañero de quinta de Christopher Reeve, en la prestigiosa escuela Juillard de interpretación, fue Robin Williams, "el actor torrencial", "considerado el mayor talento de su generación", que, tal y como apunta Steve Martin (con él representó Esperando a Godot): "Estaba bastante cómodo en el escenario y bastante incómodo en la vida". Sobre las tablas lo mismo encarnaba a un Dios drogado, creador del ornitorrinco, que daba vida a la vagina parlante de Whoopi Goldberg. Williams fue un volcán de lava cómica, incansable y adicto. "La risa era su droga", refrenda su amigo, Billy Crystal, En la mente de Robin Williams, el documental que Marina Zenovich presenta cuatro años después de su suicidio, un 11 de agosto, en su casa de Tiburon, California. La autopsia reveló que padecía una demencia (4).

En una entrevista en ICON, "el irreverente y atípico" pensador y ensayista Antonio Escohotado, fundador de la mítica discoteca Amnesia, traductor de Hobbes y Newton, y autor entre rejas de la enciclopédica Historia general de las drogas, proclama a los cuatro vientos: "Lo mejor que puedes hacer para que vengan bien dadas es tener un botiquín de eutanásicos y, cuando vengan mal dadas, botiquín"(5).

En el pensamiento de enfrente, como un antídoto contra el derrotismo ilustrado, emerge Nelson Mandela, Madiba, (hoy se cumplen cien años de su nacimiento), símbolo pertinaz de la resistencia después de casi tres décadas encarcelado, que dejó para la posteridad citas que son mandamientos: "La mayor gloria no es no caer nunca, sino levantarse siempre"(6).

El escritor Lorenzo Silva, que ha impartido unas clases de escritura creativa en los Cursos de Verano de El Escorial, organizados por la Complutense, confiesa: "Yo siempre ojeo la prensa a ver si encuentro una novela"(7). En ocasiones la musa se da la vuelta, y toca entonces recorrer el camino inverso.


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