Si te dicen que caí

La pobreza es hereditaria como la calvicie o el hígado graso. Olvídense de currículums brillantes, aquí lo que se lleva es el escudo de armas



Si usted también tiene problemas para pagar las letras de su Lamborghini, la culpa es de un cromosoma anticapitalista que se transmite de bisabuelos a biznietos y que le boicotea las ganas, por mucho que se esfuerce, de ser millonario. Lo remarca un informe elaborado por el Observatori La Caixa y la Universitat Pompeu Fabra: la pobreza es hereditaria como la calvicie o el hígado graso. Olvídense de currículums brillantes, aquí lo que se lleva es el escudo de armas. El Periódico lo titula: "Un buen apellido conlleva el 23% más de posibilidades en España de acabar como directivo", o lo que es lo mismo, la importancia de llamarse borjamari, en versión flamenco pop del éxito de Oscar Wilde. 

Si no nos lo dicen, hasta ahora, no nos habíamos dado cuenta. Es aquello de las leyes de Mendel que estudiábamos en el colegio. Lo que son las cosas, unos guisantes explicando el origen de las desigualdades sociales. El enchufismo de toda la vida. Por si no quedaba claro, además, otro estudio recalca lo evidente. Es el Atlas de las Oportunidadesalgo así como una guía Michelin de la injusticia barrio a barrio, y lo presenta la Fundación Felipe González. Resumiéndolo mucho, dime dónde naciste y te diré qué futuro te espera. Un dato curioso, la brecha va creciendo con los años. Al principio, mientras unos curran, otros se toman su trienio sabático. Puro simbolismo. Pero a partir de los 30, quien no aparece en Forbes, mejor que se dedique al bingo. Y si le toca, póngale unas velas al IBEX, no vaya a ser que su banco le haga un pufo. No sería el primero. 

La nota positiva es que la miseria no parece contagiosa. Lo que quiere decir que cualquiera puede disfrutar de un fin de semana de ecoturismo sin necesidad de mascarilla. Vendimiando, por ejemplo, para saber en primera persona lo que siente un temporero. Además del pastón que se ahorra uno en cartas astrales. Para conocer el porvenir, basta con el código postal. Y no hay pandemia que rompa la cadena trófica. Juan Marsé lo sabía. El escritor de Últimas tardes con Teresa desgranó como pocos el secreto de tanto fracaso. Una de sus frases (la recoge Pérez-Reverte) delata la farsa: "Durante el franquismo me jodieron los padres y en la democracia me jodieron los hijos, pero siempre me jodieron los mismos".



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