Y así nos vamos apantallando, que es como aplatanarse pero con menos fósforo. Hasta que seamos capaces de meter todo el pensamiento crítico en unas pocas pulgadas
Llegamos al domingo, que es como echar el cierre a otra semana por falta de clientes. Y el calendario, poco a poco, se va pareciendo cada vez más a una de esas calles sin comercios, repleta de laborables en traspaso. Donde ponía santa Brígida, alguien imagina Sant Jordi. Y al final, ni la una ni lo otro. Un lío en el santoral que hace que no sepamos si felicitarnos por un acuerdo "histórico" de la Unión Europea o renegar de su letra pequeña. Todo depende del montaje del director. Si tuviéramos tantos rastreadores como contertulios, seríamos Alemania. Así que mientras parimos a una Angela Merkel o a un Franz Beckenbauer, vamos cancelando veranos o, si son más del Cholo, ya saben, partido a partido, rebrote a rebrote, vamos tachando días, que es la única manera de calcular cuánta pandemia nos queda por delante.
La actriz Blanca Romero, en La Vanguardia, bromea sobre su futuro y explica que no sabe si abrir un tablao flamenco o meterse a monja. Y en ese desconcierto, navegamos todos. Suerte del streaming como dardo tranquilizante. Según la consultora Barlovento Comunicación, el pasado 15 de marzo se alcanzó un récord máximo de consumo televisivo en nuestro país: 282 minutos por persona. La cifra forma parte de los 34 años de media que pasamos pegados a las pantallas (móviles, tablets, ordenadores, consolas, e-books...), según otro estudio de Vision Direct.
Podríamos empezar a zapear ahora mismo y no llegar a puerto hasta que no haya una vacuna para todos los bolsillos. Las plataformas son conscientes de todo ese exceso de contenidos y por eso buscan nuevas fórmulas para facilitar la digestión de sus suscriptores. El último invento: un botón que decide, supuestamente al azar, qué serie ver por ti. Se trata, por así decirlo, de que la gente se atiborre de ficción sin necesidad de ningún criterio. Y así nos vamos apantallando, que es como aplatanarse pero con menos fósforo. Hasta que seamos capaces de meter todo el pensamiento crítico en unas pocas pulgadas. Decía Einstein que Dios no podía jugar a los dados. Netflix, por lo visto, sí.
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