La milla verde

Primero fueron pacientes con patologías previas, por no decir viejos abandonados a su suerte. Ahora son temporeros, la mayoría africanos por los que nadie hinca la rodilla en el suelo. Mola el doble, donde va a parar, ser antirracista derribando una estatua de fray Junípero



Hay una dirección de matadero en el GPS. En la próxima rotonda, tome el segundo rebrote. Patíbulo a 200 metros. Es como si esta tregua sólo sirviera para celebrar ascensos del Cádiz. Y cuando llegue septiembre, el cuadernillo Rubio sin hacer, como de costumbre. Lo que está pasando en Lleida (Lérida para quienes consideran que hablar otras lenguas ibéricas es como estar poseído por el traductor de Google) es una versión de secano de un anuncio de cerveza: "Debe haber otra forma de cagarla". Me confinan, no me confinan; me confinan, no me confinan... Un deshojar margaritas durante un cine de verano. Película: Cowboys versus Aliens, un duelo interestelar por ver quién tiene más competencias en la República Galáctica. Resulta curioso, además, que un gobierno que llama a la desobediencia cada cinco minutos ahora pretenda la sumisión ciudadana. 

"La prevención es saludable. La exageración a destiempo es sólo una variable del oportunismo", escribe David Trueba en XLSemanal. Y de fondo, cientos de miles de conejillos de indias. Primero fueron pacientes con patologías previas, por no decir viejos abandonados a su suerte. Ahora son temporeros, la mayoría africanos por los que nadie hinca la rodilla en el suelo. Mola el doble, donde va a parar, ser antirracista derribando una estatua de Fray Junípero. 

La prestigiosa escritora Fang Fang, censurada y criticada en China por su Diario de Wuhan, lo deja claro, lo que indica el nivel de civilización de un país "es el modo en que tratas a los más débiles". Podría ser el brindis de esta última cena con aforo reducido. Otra manera de echar el rato en la milla verde, a la espera de un milagro, que no es otra cosa que un poco de sentido común, como en la película basada en el libro de Stephen King, que ganó el premio Saturno (los Oscar de la ciencia ficción). Por cierto, Saturno (Crono para los griegos) fue aquel titán que zampaba hijos como si fueran bollycaos. Lo recordarán por su posado al óleo para Francisco de Goya y Lucientes. Decoraba la Quinta del Sordo, buen titular para una crónica política. El motivo de tanta gula: no quería ser destronado.












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