Un simple análisis de sangre, allí donde antes aparecían triglicéridos y leucocitos, ahora sirve, además, para revelar el genoma monetario de cada individuo
Las secciones de necrológicas ya tienen la esquela a punto. Los billetes de 500 euros se extinguen sin que Greenpeace proteste. Y eso que eran los favoritos de los niños por su tacto de Monopoly, mitología económica del mercado común. La decisión del Banco de España de dejar de imprimirlos (1) coincide con la caída en desgracia del color morado, representada por las trifulcas de Podemos, y con la clausura, hace tan solo unos días, del Foro de Davos, "la tertulia más cara del mundo", según titula Financial Times, "donde gente muy seria se junta para discutir sobre cómo no hacer nada con la desigualdad", en palabras del catedrático de la Universidad de Brown y autor de Austeridad. Historia de una idea peligrosa, Mark Blyth. En paralelo a la cumbre, Oxfam Intermón ha presentado dos estudios que sirven para constatar que la riqueza se contrae y la pobreza se expande como una arritmia financiera. Se hace eco de ello Joaquín Estefanía en El colapso de la democracia: "Los hijos heredan más que antes la riqueza y la pobreza de los padres. No hay movilidad social", aclara (2). Un simple análisis de sangre, allí donde antes aparecían triglicéridos y leucocitos, ahora sirve, además, para revelar el genoma monetario de cada individuo. El panorama es especialmente crudo en España, donde la estratificación se encanalla. Como escribía Millás, "cada uno víctima de su metabolismo, de su transaminasa, de sus marcadores tumorales" y a día de hoy, para colmo, del poder adquisitivo de su apellido.
Ni una pizca de autocrítica en torno al tema porque, con permiso de los taxis, el foco mediático del fin de semana se ha desplazado de Totalán a Caracas. El último grito en las tertulias de primavera para este 2019 es Venezuela. No hay clase de pilates donde no haya un puñado de expertos en chavismo y geopolítica caribeña. En su columna sobre el Brexit, Javier Cercas da en el clavo: "Mucha gente prefiere la mentira a la verdad, porque las mentiras son casi siempre halagadoras, redondas, tranquilizantes, digeribles y fáciles de entender, mientras que las verdades son con frecuencia incómodas, desagradables, poliédricas y complejas"(3).
(1) https://elpais.com/economia/2019/01/27/actualidad/1548609044_400563.html
(2) https://elpais.com/elpais/2019/01/25/ideas/1548422058_120165.html
(3) https://elpais.com/elpais/2019/01/21/eps/1548068685_422280.html
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