Aquí no hay quien lea

Si el idiotavirus persiste, que tiemblen los campos de Castilla, somos capaces de montar un vertedero con barbacoa en el primer secarral que se nos ponga a tiro de selfi. El ruralismo salvaje es el último vicio dominguero. Solo se necesita un 4x4 híbrido y ganas de guarrear el paisaje


Recordarán la imagen. Dio la vuelta al mundo en 80 segundos (versión libre de Julio Verne). Finales de mayo de 2019. Cima del Everest. Llenazo absoluto de alpinistas que hacen cola como si fueran a comprar papel del váter para una pandemia. Pasado fin de semana. Pica d'Estats. Pirineo catalán. La escena se repite en miniatura. Nada nuevo. Madrid, en pleno desconfinamiento, ya tuvo que cerrar los accesos de Cotos, Navacerrada, La Barranca, La Pedriza y Las Dehesas para evitar que la sierra se convirtiera en un probador de Zara. Si el idiotavirus persiste, que tiemblen los campos de Castilla, somos capaces de montar un vertedero con barbacoa en el primer secarral que se nos ponga a tiro de selfi. El ruralismo salvaje es el último vicio dominguero. Solo se necesita un 4x4 híbrido y ganas de guarrear el paisaje.

Antes, cuando el viaje low cost no era contagioso, uno se iba a la Conchinchina para hacer el garrulo. Luego, en redes, dejaba señales desconcertantes, pero con un buen Photoshop, la mariconez postal (que me perdonen los triunfitos) parecía más bucólica. Ahora ya no hace falta quitarse las alpargatas para hacer el bobo. Hemos entrado en una fase de disparate doméstico, de majadería kilómetro cero que amenaza a la vuelta de cualquier bolardo. Me explico. Como LaLiga ha comenzado en modo pachanga, a los publicistas de Puma (proveedores oficiales de los balones del campeonato) no se les ocurrió mejor idea que revestir los bolardos de la ciudad de Madrid como si fueran pelotas de fútbol. En previsión de que algún pelotero cayese en la trampa, el ayuntamiento colocó carteles advirtiendo: "No golpear, elemento rígido". Pero ni con esas. Faltó algún emoticono. 

Minuto y resultado: más de un pie hecho trizas. Parte de guerra: el ayuntamiento se ve obligado a retirar los falsos balones para evitar que nadie más se deje la uña chutando una mole de hormigón. Algo que ya hacía en los noventa, para un spot de AdidasMarcel Desailly, central de Francia cuando Zidane todavía no era modelo de Mango. Luego vino Miley Cyrus y utilizó su wrecking wall como un columpio. A cierto papanatismo se llega por prescripción publicitaria. Al resto, por no leer la letra pequeña de los anuncios.



2 comentarios:

  1. Articulo totalmente prescindible.Topicazos y bobadas sacadas de contexto para lucimiento ???? de este aprendiz de articulista

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    1. Todo buen articulista fue algún día aprendiz 🤷‍♀️.
      Y prescindibles son aquellos que forraron los bolardos con balones, no los artículos que se hacen eco de semejante estupidez pagada con dinero público 😔.

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