Casa de citas

Son los coletazos finales de un verano exhumado, con repunte de sarampión y balconing, a fuerza de antivacunas retroactivos y guiris voladores




Durante algĆŗn tiempo, como salida alternativa a los estudios de filologĆ­a, viendo el nivel literario que gastan la mayorĆ­a de tatuajesfantaseĆ© con la idea de crear una asesorĆ­a de frases para la piel, por aprovechar mis lecturas, una casa de citas en toda regla, un first date de aforismos y antebrazos, de proverbios y muslos, que tuve que descartar por falta de subvenciones culturales. La idea, con matices, ha cuajado, sin embargo, al otro lado del AtlĆ”ntico, en el paĆ­s de Netflix, donde una mĆ”quina expendedora de tattoos al azar causa furor entre los clientes de un estudio en San Francisco (1).

La extravagancia coincide con la decisión del Norwich City, el equipo de la Championship, la segunda división de fĆŗtbol inglesa, de pintar de rosa el vestuario visitante de su estadio con tal de rebajar los niveles de testosterona de sus rivales. De momento, la medida disuasoria no funciona, el Ćŗnico partido que el Norwich ha disputado en casa se saldó con derrota (2). El director deportivo enmarca la iniciativa dentro de una acción de guerra psicológica previa a los partidos, que recuerda, de lejos, al legendario tanque soviĆ©tico que pintó en tonos rosados el artista David Cerný para celebrar el fin del dominio ruso en Checoslovaquia, ahora que, precisamente, se cumplen cincuenta aƱos del final, por estas mismas fechas, de la Primavera de Praga tras la invasión de la URSS. De entre todos los episodios de aquel conflicto, uno simboliza como ningĆŗn otro el sinsentido de la guerra. Ocurrió en el pueblo de Davle, a la llegada de las tropas moscovitas que, para su sorpresa, se toparon con un ejĆ©rcito anacrónico de ochocientos nazis, a los que tomaron como enemigos reales hasta percatarse de que se estaban encarando a un equipo de rodaje, el de la pelĆ­cula estadounidense El puente de Remagen, de John Guillermin, ficción bĆ©lica que reconstruĆ­a en suelo checoslovaco (el verdadero puente alemĆ”n ya no existĆ­a) uno de los episodios mĆ”s cĆ©lebres de la Segunda Guerra Mundial (3).

Son los coletazos finales de un verano exhumado, con repunte de sarampión (4) y balconing (5), a fuerza de antivacunas retroactivos y guiris voladores, perfectamente resumido en el comentario de un lector que acompaƱa a modo de epĆ­logo la noticia que abre este artĆ­culo: "La gilipollez no tiene lĆ­mites".


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