Todo sobre mi siesta

Lo peor que le puede pasar a la ficción, sea política, sentimental o religiosa, es que provoque bostezos. De ahí al ronquido, que es el improperio del sueño, apenas va un paso




Con tal de combatir los insomnios de este agosto de noche tropical y sudario, una cadena finlandesa de supermercados invita a sus clientes a pasar la noche en sus locales para disfrutar del milagro de la climatización (1). Si el viaje para dormir no les sale a cuenta, aquí, en Antena 3, han tomado nota y lo que ofertan es plató acondicionado de Espejo Público, con arrullo machacón de rifirrafe sobre Cataluña. Francisco Marhuenda y Elisa Beni se enzarzan en martes laborable mientras una joven del público cae rendida como una metáfora madura (2)Ver a alguien cabeceando, convertida su cervical en una especie de muelle hecho cisco, tiene un nimbo de misterio onírico o de obra de arte experimental. De la modorra goyesca a la siesta museística de Beckham, nadie está a salvo de la soñarrera postágape, gozo legítimo de los demócratas, que se practica con entusiasmo de Congreso.

Dormirse en directo, al socaire de la cámara, hace tiempo que dejó de ser noticia, pero la cabezada veinteañera tiene síntomas de desgaste. Lo peor que le puede pasar a la ficción, sea política, sentimental o religiosa, es que provoque bostezos. De ahí el ronquido, que es el improperio del sueño, apenas va un paso. El debate catalán, lucrativamente voceado por algunas cadenas, corre el riesgo de acabar reducido a nana de sobremesa o a documental de La 2. No es casualidad que Robert Redford, el galán del siglo XX, se jubile justo ahora que la seducción se extingue en pos de una testosterona de gimnasio (3).

El País titula: "Las pifias de nuestra (in)cultura popular en al área de la salud"(4). Y aclara: "Pese a estar rodeados por las tecnologías de la información, seguimos siendo animales de costumbres", junto a una imagen con título de óleo flamenco que es toda una declaración de intenciones: "Dos jóvenes estudian en un ambiente oscuro". Entre los remedios de la abuela, la típica frase: "Si escuece es que cura", mano de santo contras los lloriqueos que provocaba la cicatrización a base de agua oxigenada o alcohol, sustituidos en el botiquín de la actualidad por la clorhexidina o la povidona, mucho menos agresivas. 

Son los apuntes que trae la prensa en el día internacional del orgasmo femenino, escuela fundacional del fingimiento doméstico, al que Google no le ha dedicado ninguno de sus garabatos (5). En semejante fecha y contra el estrés, los entendidos aconsejan la gastrosiexta: cóctel narcótico de comida, sexo y siesta (6). Eso sí, apenas dura un espejismo, porque lo que viene después, según la ciencia, es la disforia poscoital, una tristeza de final de clímax que la psiquiatría compara, vaya por Dios, con el síndrome posvacacional (7)


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