El síndrome de Terminator

En la nostalgia siempre cabe un negocio porque, a diferencia del futuro, todos tenemos un pasado



Que Laporta haya ganado las elecciones al Barça es todo un síntoma. Vuelve la nostalgia, si es que alguna vez se ha ido. La nostalgia, para quien no lo sepa todavía, es esa madalena que te da para escribir un novelón o para montar un grupo de Facebook sobre la EGB y vivir de las rentas. En la nostalgia, decíamos, siempre cabe un negocio porque, a diferencia del futuro, todos tenemos un pasado. Se trata pues de mitificarlo. Esto es, llenarlo de adornos, ya sea con un lote de productos de La Bella Easo, unos plastidecor o un par de orejonas. Por eso, la victoria de Joan Laporta merece un apunte. 

De entrada, sabemos que el periodismo, o una parte al menos, se ha vuelto deportivo, o sea, marcadamente partidista. Y desde hace unos años (más o menos, desde que Guardiola y Mourinho agarraron el micro y sentaron las bases de la dialéctica moderna en este país), la política no es otra cosa que una tertulia futbolera. Por lo que no resulta muy difícil prever el mapa meteorológico. Sobre todo ahora que entramos de lleno, si a la Justicia le parece, en la estación de las elecciones anticipadas. Y no, no es que vayan a volver a los escenarios José María Aznar o Felipe González (se está muy bien con un sueldo vitalicio y asesorando a eléctricas en los ratos libres), pero sí queda hueco para el revival ideológico. Además, los estrategas de turno ya han aprendido que en esta timba siempre gana el que va de farol. Y quien dice de farol, dice el que tiene la pancarta más grande, y si la planta en las mismísimas narices del vecino, ya ni te cuento, porque lo que se lleva es la bandera desplegable, el tuitazo o la jeta. Todo por hectáreas. Ya no hacen falta ideas, sólo personajes que animen el cotarro. Así de aburrida está la Liga a pesar de los tránsfugas.

Y siempre, no lo olviden, por amor a los colores, que soportan cualquier romanticismo, incluido aquel himno que hizo presidente de los Estados Unidos a Franklin D. Roosevelt durante la Gran Depresión, Happy days are here again. Lo cantó Aitana en los Goya, que también fueron nostálgicos. Que volveremos, como Terminator o como Laporta, está claro. Lo que está por ver es a qué precio. 






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