Fiebre del sábado noche

Lo que ha ocurrido en Murcia, la muerte de un jornalero por un golpe de calor, no puede competir con la espantá de un monarca, aunque sea emérito. Últimamente estamos viviendo tantos días históricos que no tenemos tiempo para pequeños lutos  


Que muera un jornalero con la que está cayendo parece una insignificancia. Que sea de una insolación, le resta heroísmo. Que lo abandonen como a un perro a las puertas de un ambulatorio suena a capítulo chusco de una serie que busca la lágrima fácil. Lo que ha ocurrido en Murcia, la muerte de Eleazar Blandón, jornalero niracaragüense que sufrió un golpe de calor mientras recogía sandías, no puede competir con la espantá de un monarca, aunque sea emérito. Últimamente estamos viviendo tantos días históricos que no tenemos tiempo para pequeños lutos. Ni para recapacitar siquiera en todo el lío ese de las empresas hortofrutícolas que, como la de Lleida, obligan a sus empleados a seguir trabajando a pesar de haber dado positivo en COVID-19. Es la ley del campo, un sálvese quien pueda para que las fruterías de los supermercados luzcan precios anticrisis. Y cuando el bolsillo está en juego, no hay más ética que la que arde. 

Mucho mejor, por ejemplo, es caer enamorado del debate sobre el egoísmo juvenil. Después del feminismo y los inmigrantes era el último eslabón del rebrote. Este agosto, a falta de balconing importado, tenemos botellón de crianza. Sale más económico. Se envía al fotógrafo a la plaza del pueblo y ya tenemos bulla, como si toda la juventud cogiese en la misma litrona. Así nació Tony Manero. De las pocas ganas de trasnochar del articulista de turno, Nik Cohn, que para no tener que entrar al garito de moda, se inventó una historia tan buena que acabó en el cine. El resto es John Travolta poseído por los Bee Gees

Por supuesto que hay adolescentes irresponsables, les hemos dicho que se busquen la felicidad en un iPhone y ahora nos sorprende que no sean hermanitas de la caridad. Alguien ha obviado que cada joven reproduce lo que ve en casa. También por omisión. Lo que no es lícito es purgar a toda una generación solo porque está encasillada en el único papel que ha quedado libre en esta pandemia, el de James Dean.








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