Media España le echa en cara a Pedro Sánchez que esté de vacaciones y la otra media lamenta que el líder de la oposición, Pablo Casado, haya vuelto de las suyas tan pronto. Es la bulla de siempre, cebada con el sofoco de los rebrotes
Media España le echa en cara a Pedro Sánchez que esté de vacaciones y la otra media lamenta que el líder de la oposición, Pablo Casado, haya vuelto de las suyas tan pronto. Es la bulla de siempre, cebada con el sofoco de los rebrotes. La pandemia magnifica los sentimientos, que diría un concursante de GH. Hoy deberíamos estar de verbena, ya saben, con mantón de manila y vestido chiné, celebrando la asunción de María o los cien años, se cumplen mañana mismo, del nacimiento de Charles Bukowski -cada uno elige a quién dedica su paquito el chocolatero-, pero eso sería en mitad de un agosto de los de antes de la peste, cuando en lugar de la Champions se jugaban triangulares de verano frente al subcampeón de La Libertadores.
Y con el calendario revuelto (lo mismo te puede caer Navidad en abril que San Fermín a finales de mayo) no hay equipo que carbure. Español me refiero. Lo que le ha ocurrido al Barça, ese resultado de prebenjamines que escandaliza a los entrenadores en paro de los canales deportivos, es otra prueba, la enésima, de que muchos no han entendido que lo que estamos viviendo, todo eso de la "nueva normalidad", no es una copa de ferias. Al Barça, lo podemos decir ya, le ha sobrado la desescalada. Durante el confinamiento, mientras no jugó, fue el mejor equipo del mundo. Qué manera, semana tras semana, de mantenerse vivo en lo más alto de la tabla. Un poco, gol arriba, gol abajo, lo que nos ha pasado a todos nosotros. Creíamos que nos iba a fichar Marvel por pasar el estado de alarma tumbados en el sofá viendo Netflix, pero cuando ha tocado regresar a la competición, saltar de nuevo al asfalto, demostrar de qué pasta estamos hechos, hemos vuelto, a las primeras de cambio, al ridículo europeo.
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