A mercado revuelto, ganancia de especuladores
El último invento del gobierno para regular los horarios en el trabajo tiene trazas de comedia laboral. Aquí no hay quien fiche, podría ser el título de la broma, como homenaje a los vecinos de la Calle Desengaño o a la secretaría deportiva del Real Madrid, del Barça o de cualquier otro equipo en crisis. La manía de controlar el tiempo es un anuncio de potingues antiage, que da pie a los registros más absurdos: de qué íbamos a saber si no que las orejas, a partir de los 30, crecen a un ritmo de 0,22 milímetros por año.
Lo de legislar también viene de lejos. Desde Hammurabi, se acumulan los deberes. Recuerda en El País, Manuel Vicent, que todos los católicos practicantes deberían ser antitaurinos después de la bula Salute gregis, del papa Pío V, convenientemente guardada en el cajón por Felipe II (1). En su columna, Manuel Rivas habla de otro decreto papal, esta vez obra de Inocencio VIII, una persecución de brujas con el visto bueno del cielo, que se tradujo en la prohibición de algunas plantas que formaban parte del herbolario médico, entre otras, la marihuana (2).
Como ven, lo de la entrada en vigor de la ley depende de la cilindrada del empresario afectado. A mercado revuelto, ganancia de especuladores. En una época de poses, todo depende de la velocidad en los espejos. Basta con acelerar la imagen, para que lo que parecía poético, se vuelva ridículo, y en lugar de Pamela Anderson al trote, en una playa de Malibú, tengamos una persecución de Benny Hill, el humorista inglés que, cosas del guion, acabó a hostias en España con el mismísimo Gil y Gil, por aquel entonces víctima del pluriempleo como presentador de Telecinco en jacuzzi, alcalde de Marbella y presidente del Atlético.
(1) https://elpais.com/elpais/2019/05/10/opinion/1557489385_293677.html
(2) https://elpais.com/elpais/2019/05/06/eps/1557135334_266158.html
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