Toda vida contiene su propio spoiler, quizá por eso, a la hora del patio, se busca la sorpresa a toda costa, el colorín colorado con esferificación de perdices, porque si no la chiquillería se pone intranquila y es capaz de montar un pitote de firmas en change.org
Toda vida contiene su propio spoiler, quizá por eso, a la hora del patio, se busca la sorpresa a toda costa, el colorín colorado con esferificación de perdices, porque si no la chiquillería se pone intranquila y es capaz de montar un pitote de firmas en change.org. En cuestión de horas se han acabado dos de las series que han mantenido en vilo a las audiencias en los últimos años. Hablamos, por supuesto, de The Big Bang Theory y Juego de Tronos. Como en materia de crítica cultural, uno no es nadie hasta que no escribe el epitafio de una época o de un personaje, de Nietzsche a Fukuyama, pasando por Arias Navarro o Pancho de Verano Azul, ya habrá más de un cortejo doctoral en marcha con el entierro de la ficción por montera. La muerte origina extrañas parejas. Puede que en el futuro, algún empresario avispado establezca que el 20 de mayo, por decir una fecha al tuntún, sea el día de las series, como el 23 de abril lo es de los libros, y nos dé entonces, qué se yo, por regalarnos suscripciones a Netflix y geranios.
En La orgía perpetua, Mario Vargas Llosa escribe: "Un puñado de personajes literarios han marcado mi vida de manera más durable que buena parte de los seres de carne y hueso que he conocido". En su día, Kafka dobló la apuesta: "Sólo deberíamos leer libros que nos muerden".
Kurt Cobain, el líder de Nirvana, recogió el guante y quiso conocer a su ídolo literario: William S. Burroughs, el escritor que jugó a ser Guillermo Tell con su esposa en una noche de farra, y que, sobrado de malditismo, poco antes de morir cerró así su diario: "No hay nada. No hay sabiduría final ni experiencia reveladora; ninguna jodida cosa. No hay Santo Grial. No hay Satori definitivo ni solución final. Solo conflicto. La única cosa que puede resolver este conflicto es el amor. Amor puro. Lo que yo siento ahora y sentí siempre por mis gatos".
De aquel encuentro pre mortem entre dos iconos, un beat y un grunge, descrito por Servando Rocha en Nada es verdad, todo está permitido, quedaron un puñado de fotos y una frase de Burroughs tras la muerte del cantante: "Él no tenía intención de suicidarse. Por lo que yo sé, ya estaba muerto", cita que bien podría haber inspirado el lema de la Casa Greyjoy: "Lo que está muerto no puede morir", leitmotiv al que se agarra ahora, con una precuela en curso, HBO para no perder a su dragón de los huevos de oro. Todo sea por distraer a los que no tienen gato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario