El ladrón de bicicletas

Ya empezamos a ver la bandera al final del túnel. Los dos meses de publirreportaje que nos han vendido, no se corresponden con este deshielo. Hay un desajuste de varios rellanos entre la postal idílica de los balcones y el chotis del entresuelo




Ya empezamos a ver la bandera al final del túnel. Los dos meses de publirreportaje que nos han vendido, no se corresponden con este deshielo. Hay un desajuste de varios rellanos entre la postal idílica de los balcones y el chotis del entresuelo. "La realidad nunca pudo competir con la leyenda. Lo que vemos siempre será mediocre en comparación con lo que imaginamos", escribe Enric González. Y aunque habla del Trinche ("el mejor futbolista desconocido del mundo", la cara B del Dios argentino, que murió hace tan solo unos días, como un personaje de Vittorio de Sica, forcejeando para que no le robaran la bicicleta), ya saben que el neorrealismo es el selfi sin maquillar de la bancarrota.

"Con cada crisis convertimos un viejo derecho en un privilegio nuevo", dice Manuel Jabois en la Ser. Carles Francino recupera en El Periódico aquella frase de Cristóbal Montoro en 2010, cuando todavía no era Ministro de Hacienda, "¡Que caiga España, que ya la levantaremos nosotros!". ¿Les suena el sablazo? Todavía se escuchan psicofonías de tijeras en los pasillos de algunos ambulatorios. En su manual para pobres, Alberto Olmos avisa: "Para mantenerse pobre, usted va a tener que trabajar muchísimo". Y es ahí donde se parcela el descontento. Por un lado, la promesa del catecismo publicitario de encontrar el paraíso poscovid en un grifo de cerveza; por el otro, la revolución torera rindiendo a mil escraches por minuto. Y en medio, dos metros de acequia por si rebrota el egoísmo. 

Nos dijeron que volveríamos, y aquí estamos, como un Terminator fuera de forma. "La estupidez vive momentos de gloria en la izquierda, en la derecha y en el centro (...). El viento sopla a favor de la estupidez adornada con desparpajo de pillería porque los hechos, base de cualquier razonamiento, cuentan cada vez menos frente a las emociones", detalla de nuevo Enric González. Juan José Millás va un poco más lejos: "Tanta saña de la oposición solo puede tener una explicación, la política es un negocio enorme".



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