Días de luto y Champions

La nueva normalidad es una normalidad top manta, una falsificación cutre de la de toda la vida; una mascarada con aforo limitado que tiene prisas por quemar etapas para reabrir mercerías



Gel hidroalcohólico con aroma a incienso para pilas de agua bendita; hinchas de poliexpán en los campos de la Bundesliga; películas sin sexo para familias católicas; lutos que se celebran como si fueran Champions, y eso que, como mucho, estamos en octavos de la pandemia; recortadores profesionales, poseídos de repente por el espíritu de Robin Hood; minitrumps que retuitean que las diez plagas de Egipto se fraguaron en un laboratorio comunista... La nueva normalidad es una normalidad top manta, una falsificación cutre de la de toda la vida; una mascarada con aforo limitado que tiene prisas por quemar etapas para reabrir mercerías, tal y como describe, en El País, Sergio del Molino: "Lo queremos todo ya (...) Aún no hemos resuelto la crisis sanitaria y ya le estamos dando a 'saltar intro' incapaces de frenar unos meses como frenaría cualquier familia con un hijo enfermo. Nos falta la paciencia necesaria de quien sabe esperar a que el agua rompa a hervir antes de cocer los huevos". 

Pero la chavalería quiere marcha y no está por convalecencias. Tampoco ayuda un gobierno medio grogui, que sale a lío por semana, y que no da una con el precio justo de los muertos. En la SerJavier Pérez Andújar remarca: "Hoy, lo que no es neo, es post. Les ponemos prefijos a las palabras igual que nosotros nos ponemos mascarillas. La gente de antes era más respetuosa con la Historia. Cuando se cansaron de la Edad Media, le llamaron a lo nuevo Renacimiento, pues sabían que no se habían inventado nada sino que todo venía de lo de atrás". De semejante amnesia de rebaño ya habló Enric González en 2008, refiriéndose, ya por entonces, a los efectos devastadores de la destrucción de la clase media: "La Ley de Memoria Histórica quedará obsoleta, porque no hará falta acordarse de nada. Lo tendremos todo en presente. Volveremos a la España mísera y dolida". Una España donde sobran tarotistas y faltan clases de Historia. O como dice Manuel Vicent: "Existe una vacuna contra la rabia, pero no contra el odio".


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