¿Quién puede matar a un niño?

Por estas fechas, en 2015, una imagen recorría el espinazo del mundo como un escalofrío de vergüenza en mitad del drama de los refugiados. Era la de Alan Kurdi, el niño sirio de origen kurdo que aparecía ahogado a la orilla de una playa turca. Han pasado tres años y no hemos aprendido nada




La historia se repite como las series de éxito en los canales digitales. Uno va haciendo zapping informativo y en el periódico menos pensado se encuentra de nuevo con la enésima reposición del capítulo cinco de la séptima temporada de la invasión del islote de Perejil, por decir algo. Lo mismo ocurre con los temas candentes. Se diría que hay una huelga sine die de guionistas. Lo saben bien en la romería de Santa Marta de Ribarteme, la pequeña localidad gallega que se vuelve viral a finales de julio. No en vano, el mismísimo The Guardian calificó el festejo como uno de "los más extraños del mundo" y desde entonces es una mina excéntrica para corresponsales perplejos, debido a su procesión de ataúdes, con sus respectivos penitentes dentro, delicadamente amortajados, que celebran haber burlado a la muerte en el año en curso, siempre propensos a la lipotimia, el sol no distingue de féretros, en un cortejo fúnebre en honor a la hermana de Lázaro, patrona de los desahuciados, ahí es nada, sindicato celestial que también protege a cocineras, lavanderas, amas de casa y kellys en general (1)

La tradición tiene su reflejo más glamuroso en la meca del cine, donde el museo Queridos Difuntos exhibe "una colección de cientos de objetos relacionados con las tragedias de los famosos", desde una señal de tráfico de la carretera donde se mató James Dean a un mechón de Charles Manson, amenizado todo con una ruta en autobús que recorre La historia trágica de Hollywood, incluida una parada en el cementerio de Westwood, plagado de tumbas ilustres que van de Jack Lemmon a Marilyn Monroe, pasando por Natalie Wood o Burt Lancaster (2).

Es el morbo que nos provoca la muerte y su descanso viscoelástico, sin necesidad de nóminas ni visados. En breve no hará falta moverse de casa para practicar el necroturismo. Bastará con hacer un crucero de esos que anuncia Shakira por el Mediterráneo. Recordando al "ahogado pensativo", del poema el Barco borracho de Rimbaud, Manuel Rivas escribe: "Después de cada ahogamiento (...), Europa pierde una razón de ser, un meridiano de humanidad. Los que embisten contra la migración para preservar la identidad cristiana, esos rechazarían a Cristo por ilegal"(3). En Insomnio y duermevelas Mario Benedetti poetizaba el Otoño: "Aprovechemos el otoño antes de que el futuro se congele y no haya sitio para la belleza porque el futuro se nos vuelve escarcha". Por estas fechas, en 2015, una imagen recorría el espinazo del mundo como un escalofrío de vergüenza en mitad del drama de los refugiados. Era la de Alan Kurdi, el niño sirio de origen kurdo que aparecía ahogado a la orilla de una playa turca. Han pasado tres años y no hemos aprendido nada (4)






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