El juego del cefalópodo

Los niños en las escuelas declinan el cancela cancelae igual que antes declinaban el censura censurae. El nuevo latín es una lengua de imitación que se propaga por las redes como una infamia barata



Los niños en las escuelas declinan el cancela cancelae igual que antes declinaban el censura censurae. El nuevo latín es una lengua de imitación que se propaga por las redes como una infamia barata. No hay semana sin bochorno. Esta vez ha sido el prestigioso compositor Bright Sheng, profesor de Música de la Universidad de Michigan, que tuvo la fatal ocurrencia de proyectar en clase el Otelo interpretado por Laurence Olivier, un actor blanco pasado por betún, todo un insulto en la última versión descargable de los Estados Unidos, lo que ha provocado la denuncia de los alumnos, defensores acérrimos de cargarse cualquier clásico que no comulgue con la estrechez de su credo. 

De nada sirve que Bright Sheng (ganador de la beca MacArthur y doble finalista de los premios Pulitzer de la Música) escogiera la película en cuestión "por ser una de las más fieles a Shakespeare"; a la universidad de ahora se va, sobre todo, para sacarse un máster en intransigencias y a gastar mucho boli rojo. Que se lo digan a los Rolling. Para ahorrarse la bronca, han eliminado Brown sugar de su repertorio. Nadie está a salvo. A no ser que hablemos de fútbol. Ahí se gasta otro cuajo. Si un jeque compra nuestro equipo, da igual que esté implicado en el descuartizamiento de un periodista crítico con su régimen. Ha ocurrido con el Newcastle. Me refiero al asesinato de Jamal Khashoggi, un asuntillo menor cuando se trata de fichar delanteros que marquen muchos goles. 

Contra ese doble rasero de parvulario, y contra la estupidez humana en general, antes teníamos el oxígeno de las letras. Y digo antes, porque la literatura también va cediendo. El Premio Planeta (el mejor pagado del mundo, un millón de euros, lo que cobra cualquier canterano zurdo por calzarse las botas) ha recaído en tres guionistas que firmaban bajo el pseudónimo de Carmen Mola para la competencia. Son: el creador de Hospital Central, el guionista de Sin tetas no hay paraíso y el dialoguista de Acacias 38. O lo que es lo mismo, Antonio Mercero (hijo del mítico director de Verano Azul y Farmacia de Guardia), Agustín Martínez y Jorge Díaz, tres superventas de novela policiaca. Que a esta hora, todavía no haya radicales quemando la camiseta de Carmen Mola, cuando vestía los colores de Penguin, demuestra que la literatura no es un deporte de masas. 

En cualquier caso, Planeta no engaña a nadie. Hace unos años ya firmó un acuerdo con Netflix para publicar libros basados en series. Y por ahí andan, buscando novelas que entretengan a los lectores como Ibai Llanos y Piqué con el Mundial de Globos. Alfonso Guerra, descamisao por la gracia de España, lo dejó muy claro el otro día en la Cope: "Hay personas, algunas personas, que abuchean a un presidente y aplauden a una cabra. Cada uno elige quién le representa mejor". 








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