Vivir para contarla

 Más que vacunas, que también, se van necesitando dosis de paciencia. Y pedir a los que nos desgobiernan, de la A la Z, que aparenten ser un poco menos malos de lo que son



Algún día, alguien medianamente serio, uno de esos tipos que marcan el color de la chaqueta que nos pondremos en Semana Santa, lo que viene siendo un influencer de los de toda la vida, de esos que se despelotan en cuanto nieva en el Mulhacén, debería soltar a bocajarro, sin miramientos que valgan, que "la pandemia tiene su curso", esto es, que va para largo, como cualquier asunto que ocurre fuera del móvil, aunque ahora lo hayamos olvidado. De hecho, como los mismos ríos, que ya decía el poeta, son nuestras vidas que van a dar al mar. Lo digo por evitarnos el chasco de lo premium y, de paso, la vomitera del oleaje, de la fecha pospuesta, de la promesa al ralentí. Cada vez que se aplazan unos comicios al Barça, hay un culé que pierde la fe en el tiki-taka. Y lo mismo, para el resto de bautizos. Está bien primar lo sanitario, por supuesto, pero que sea siempre y en todos los sitios, porque si no, la sensación que deja tanto pito pito es de conga mal hecha o peor aún, de cretinismo impúdico que marca el compás del virus con encuesta y cartabón. Más que vacunas, que también, se van necesitando dosis de paciencia. Y pedir a los que desgobiernan, de la A a la Z, que aparenten ser un poco menos malos de lo que son.



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