El curro de las tentaciones

Cada vez que un empresario habla de flexibilidad laboral, imagino a Van Damme haciendo estiramientos justo antes de liarse a piños



No sé si han visto ya ese vídeo del cofundador de Glovo que corre por las redes. (Advertencia, a lo Disney+, este artículo contiene spoiler sobre falsos autónomos). Es verlo, y a uno le entran unas ganas locas de mandarlo todo al carajo para convertirse en rider, o lo que es lo mismo, repartidor de comida a domicilio, aunque suene más provinciano. Ahora todo tiene otro nombre, será para confundir a los concursantes de Pasapalabra o para llenar de eufemismos el Estatuto de los Trabajadores. En fin. Decía que todo son ventajas, no hay jefes, se pueden compaginar trabajos a lo loco y, sobre todo, se viaja mucho, como un Erasmus en patinete. "Sería maravilloso que un glover pudiese estar en Milán y decir, quiero vivir en Barcelona tres meses, y, simplemente, venir a Barcelona y trabajar en Glovo y luego, ah, pues me voy a Lisboa. Puede vivir en diferentes ciudades la experiencia y sin hacer grandes esfuerzos", sostenía Sacha Michaud, compadre de la criatura. 

El corte es de una entrevista grabada en 2018, ¡vaya por Dios!, con una cerveza en primer plano, y la plataforma sindical de repartidores Riders x Derechos lo viraliza de vez en cuando para que sepamos de qué pie cojea cada negocio digital. Desde Glovo se defienden, la conversación está descontextualizada. En la actualidad, por lo visto, son poco menos que hermanitas de la caridad, más o menos, como las farmacéuticas. En la misma línea, la exdirectora de Deliveroo en España confirmaba en otra entrevista que se trata de un trabajo "para gente artística", prácticamente, "un hobby". Lo extraño, con tanto glamour, es que los padres todavía lleven a sus hijos a jugar a fútbol al salir del cole. Lo normal sería meterlos cuanto antes en alguna cantera de riders. Y luego a triunfar en la primera app que se ponga tiro.

Los dos vídeos, ambos de porno duro laboral, deberían ser de visionado obligado en la escuela pública (en la privada y en la concertada ya tienen suficiente lío organizando cruceros contra la ley Celaá). Los profesores tendrían que ser mucho más claros con sus alumnos: "Esto, hijos míos, es lo que os espera, mucha flexibilidad, o sea, contorsionismo, así que más que venir a clase, sería mejor que os metierais al circo". Y lo mismo las universidades, con cada carrera tendrían que ofertar un curso CCC para cuando llegue el día de mañana y además de médico toque ser esteticién o periodista y fontanero, qué sé yo. A las misses siempre se les ha exigido un segundo oficio, modelo y actriz, por ejemplo, ¿por qué iban a ser diferentes los nuevos precarios? Es la visión del mercado laboral que tienen algunos, los mismos, supongo, que se compran un mono de trabajo Ralph Lauren manchado de pintura para disfrazarse de pobres por 500 pavos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Instagram