La pregunta es pertinente: ¿Cuántos ahogados puede soportar Europa para mantenerse a flote? O si lo prefieren, ¿dónde está la vacuna contra el cinismo? Hay infamias que no cotizan en bolsa
Creíamos que con Aylan lo habíamos visto todo, que no se podía caer más bajo -un niño en la playa, tan quieto, tan muerto- pero, ya ven que en el Mediterráneo siempre hay un hueco para otro crimen. El vídeo de una madre que ha perdido a su bebé durante el naufragio de una patera, sus gritos, son la prueba, otra más, de que, efectivamente, el hombre es un lobo para el hombre. Se llamaba Joseph, tenía seis meses y era de Guinea Conakry. Si lo de Aylan fue explícito, casi porno, esto es erotismo, dos rombos de dolor y a dormir con los angelitos. Para eso sirven los salvapantallas, para revivir los dramas en diferido y evitar así que el virus de la pena se propague por las zonas de picnic.
Después de cinco años, ahora sabemos que ciertos selfis morales no son más que postureo político. Y que poner a Dios por testigo puede quedar muy cinematográfico pero es poco creíble. Al final de la película, el mar siempre se traga lo que nadie quiere, ya sean microplásticos o inmigrantes. Por eso la pregunta resulta pertinente: ¿Cuántos ahogados más puede soportar Europa para mantenerse a flote? O si lo prefieren, ¿dónde está la vacuna contra el cinismo? Hay infamias que no cotizan en bolsa.
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