El origen del mito

El de Maradona es el cromo de un dios ochentero, cuando el fútbol tenía mucho más de trinchera que de pulsómetro, una encerrona que prendía a las afuera de un barrio, en el primer descampado de turno, entre dos piedras, intraducible para un instagramer



Ahora, los niños quieren ser Messi. O Cristiano. Y dentro de poco, querrán ser Haaland o Mbappé, pero hubo un tiempo en que todos querían ser Maradona. Cada época tiene su álbum de mitos, y el de Maradona es el cromo de un dios ochentero, cuando el fútbol tenía mucho más de trinchera que de pulsómetro, una encerrona que prendía a las afuera de un barrio, en el primer descampado de turno, entre dos piedras, intraducible para un instagramer. Y en todo ese barrizal, en mitad de esa década todavía salvaje, sin filtros, Maradona era el quinqui más sublime. Le dio por echarse al lomo a un país entero -el fútbol también sirve para corregir ultrajes-, y se salió con la suya en la cancha, que se lo digan si no a los ingleses, o a los tifosi del norte de Italia. El sur, por fin, orgulloso de una zurda de lujo. La vida, sin embargo, es otra cosa, a menudo, mucho más difícil de driblar. 

Lo digo porque en estos días ya hay santurrones poniendo el foco en el culebrón, como si un mito, a la fuerza, tuviera que ser un santo. Y ni con esas. Y viene a cuento, además, porque TV3, la televisión pública catalana, se estrenó un 10 de septiembre de 1983, precisamente, con un partido de fútbol, un Barça-Osasuna, con Maradona de protagonista. El director de la nueva cadena era Alfons Quintà, el periodista que había destapado unos años antes, en El País, el caso Banca Catalana, un chanchullo de cuentas opacas que salpicaba directamente al pujolismo. Rápidamente, Jordi Pujol lo fichó para la causa, le dio el trono de TV3 y se acabaron los sustos. Con la investigación pasó algo parecido. Nada. 

Lo cuenta Jordi Amat en El Hijo del chófer (el título viene porque Quintà era hijo del chófer y confidente de Josep Pla), un recorrido imprescindible por la biografía de un personaje siniestro, capaz de cambiar de equipo en función del cheque. Una historia que es la historia reciente de la demagogia, con una frase que ya forma parte del repertorio de todos esos moralistas de balcónla que pronunció el propio Jordi Pujol, desde el Palau de la Generalitat, minutos después de ser reelegido presidente por mayoría absoluta: "A partir de ahora, cuando alguien hable de ética, de moral o de juego limpio, hablaremos nosotros. No ellos".




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