Lo que el covid se llevó

Las penas, me las van ordenando. Primero las de aquí. Las de casa. Y luego, si eso, las que vienen en patera


Si usted pretende un país aseadito, sin inmigrantes disfrazados de Winnie the Pooh en la Puerta del Sol, la Unión Europea tiene la clave: a un módico precio le deja la calle limpia de peluches sin papeles, así, llegada la Champions, se evita uno ciertas imágenes que emborronan la máxima competición de clubes, pongamos, por ejemplo, a unos hinchas del PSV humillando a un grupo de mendigos que piden limosna. Es la respuesta de Bruselas a un incendio, real y metafórico, el de Lesbos, que ha conseguido lo nunca visto: que durante quince segundos los telediarios dejen de hablar del covid y nos devuelvan la medida exacta de nuestro cinismo, nosotros, ciudadanos de la UEFA, que no soportamos ni un minuto más de confinamiento, y eso que tenemos porno y otras comodidades del primer mundo, mientras hacinamos a miles de personas, muchos menores, en la trastienda de Grecia, sin que se nos caigan de la chistera los derechos humanos.

Eso es Europa, señoras y señores, el continente que se ha doctorado en los últimos lustros en defraudar más y mejor a quien más lo necesita. Y de esos productores, recuerden su penúltimo fracaso en materia migratoria: el reparto de refugiados a domicilio (las dichosas cuotas), llega ahora la solidaridad a la carta, un nuevo paquete de medidas "flexibles" donde da igual que usted sea racista por vía paterna o por cultura popular, lo urgente es que pase por caja y contribuya a construir "el nuevo equilibrio", a saber: más expulsiones y mayor control de fronteras. ¿Y cómo puedo participar yo? Pues o bien pagando los billetes de vuelta, "patrocinar los retornos", le llaman; o colocando a unos seguratas chungos en la puerta de entrada, en plan desokupa, pero a nivel continental. 

Lo que lleva a pensar que lo más importante en la vida, sobre todo si uno es pobre, es tener un buen mánager, de esos que te buscan equipo aunque seas extracomunitario o te chivan las preguntas de un examen para obtener la doble nacionalidad. Ya saben que la Fiscalía de Perugia investiga si el ex del Barça, Luis Suárez, hizo trampas en sus pruebas para obtener el certificado B1 en lengua italiana. En las supuestas grabaciones entre profesores, acuerdan que no se puede "arruinar" un contrato de diez millones solo porque el futbolista en cuestión chapurree en modo Tarzán. Esa cifra, precisamente, marca la diferencia para Salvini y otros mendas, entre ser un ilegal en Lampedusa o un posible delantero de la Juve. Es más, el gran temor que tenían todos (siempre según las conversaciones) era que tras el examen, los periodistas le hicieran "un par de preguntas" en el nuevo idioma y entonces, de primera mano, se dieran cuenta del tinglado. A un inmigrante no le hubiera ocurrido. No hay ruedas de prensa tras un naufragio. A lo sumo, un carabinieri políglota.

Pero tampoco hace falta salir de ruta. Oxfam Intermón avisa que Melilla es otro polvorín. Pedro Sánchez llegó con un Aquarius debajo del brazo. Pasado el tiempo, las prioridades pasan por otro santoral. Por resumir: las penas, me las van ordenando. Primero, las de aquí. Las de casa. Y luego, si eso, las que vienen en patera.




2 comentarios:

  1. Excelente artículo. Al final todo se reduce a lo mismo, no al color de piel, si no a si eres rico o pobre. En determinadas cosas, la humanidad ha evolucionado poco.

    Un saludo.

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    1. Por desgracia, así es. Parece que la Historia no nos cunde.

      Un saludo.

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