Fast and furious

Lo extraño, tal y como corre la economía, es que a ninguna cámara de comercio se le haya ocurrido presionar a Sanidad para que tramite las bajas por minuto, como si en vez personas fuésemos parquímetros


Ya ni las cuarentenas son lo que eran. Ahora se subastan al peor postor. De los catorce días que marcaba el libro Guinness de los récords, Francia ha rebajado el crono justo a la mitad, siete, que es la nueva marca a batir para cualquier gobierno que busque un diploma olímpico. Hasta cierto punto, es normal que no usemos el mismo Decamerón para una pandemia punto cero que para una peste medieval. Por suerte, en pleno siglo XXI, los relojes de arena son mucho más precisos. Lo extraño, tal y como corre la economía, es que a ninguna cámara de comercio se le haya ocurrido presionar a Sanidad para que tramite las bajas por minuto, como si en vez personas fuésemos parquímetros. Y entre tanto velocista suelto, la pregunta que más inquieta a cualquier político es ¿por qué los laboratorios no funcionan como un fast food de vacunas?

Lo instantáneo forma parte de ese acelerador de partículas que es el presente, donde existe una necesidad acuciante de hacer muchas cosas muy rápido para poder hacer otro millar de cosas más rápido todavía. El flato es el emblema. Desde una editorial como Espasa, que da un premio a un joven instapoeta con la única intención de vender poemarios como si fueran churros, a Google montando su propia teleincubadora de universitarios sietemesinos; hoy, cualquiera puede ser un triunfito o gurú de discoteca, solo hace falta un satisfyer y medio robot de cocina. Por eso, entre los perfiles más demandados está el de contrarrelojista. Si alguien tuviera en mente hacer un remake de la Trilogía del dólar, escribiría, sin duda, "La velocidad ilimitada tenía un precio". De lo que se trata es de marcar un gol en la Liga Santander antes de hacer la mili, llegar a portada de la Súper Pop y vivir de la efeméride, como han hecho los simbolistas de todas las épocas, de Rimbaud a Bojan Krkic.

La pobreza que ya asoma va, precisamente, de eso, de poder descargarse cualquier ficción en menos de cinco nanosegundos. En adelante, ser pobre significará, también, vivir con menos megas y tener el acceso restringido a series de primera necesidad. Salvo que Telecinco tenga la cortesía de dar en abierto el primer capítulo de Patria. Luego, si alguien se engancha, siempre queda la novela, total va a haber mucho tiempo de lectura mientras uno hace cola porque no tiene para costearse una prueba serológica.








No hay comentarios:

Publicar un comentario

Instagram