Los premuertos

Hace tiempo, por lo menos desde el Windows 95, que a la sociedad le estorban los viejos porque no son fotogénicos y eso en Instagram no se perdona. Por eso hay que esconderlos en el trastero, junto a otras miserias, para que el olvido no resulte tan sospechoso



Por riguroso orden alfabético: Anarkina, Azitromicina, Bromuro ipratropio, Cefditoreno, Ciclosporina, Cisatracurio besilato, Clonazepam, Dexametasona, Dexmedetomidina, Diazepam, Dobutamina, Dopamina, Enoxaparina sodio, Fentanilo, Haloperidol, Levomepromazina, Metilprednisolona, Midazolam, Norepinefrina (noradrenalina), Propofol, Remifentanilo, Rocuronio, Salbutamol, Sarilumab y Tocilizumab. Ahí va la pócima secreta de Sanidad para combatir el coronavirus. Es el supercalifragilisticoespialidoso de los millennials. O la lista de los reyes godos de la España plus ultra. Así está la pandemia a esta hora, impronunciable como un trabalenguas. 

Ni siquiera las cifras hablan por sí solas. De hecho, las cifras asustan por sí solas: el 72% de las muertes registradas en España se produjeron en residencias. ¡Bingo! Ya tenemos zona catastrófica y Sálvame Deluxe político, con doble ración de querellas, pero ni una pizca de autocrítica en el confesionario. Hace tiempo, por lo menos desde el Windows 95 (tengan claro que todo lo que nos pasa es culpa de Bill Gates. Sí, también el VARque a la sociedad le estorban los viejos porque no son fotogénicos y eso en Instagram es imperdonable. Por eso hay que esconderlos en el trastero, junto a otras miserias, para que el olvido no resulte tan sospechoso. Y tres cuartos de lo mismo con los niños. Mucho más cuquis, por supuesto, pero igual de molestos para un estilo de vida non stop que nadie cuestiona. Un estudio de la Complutense revela que, durante el confinamiento, los más pequeños sintieron menos estrés que de costumbre, liberados de un horario que parece la agenda de un ministro de exteriores.

Ahora, como en Expediente X, busquen la verdad ahí fuera. Si pueden, claro, porque una de cada tres personas, según acaba de publicar el Grupo de Investigación en Procesos Electorales y Opinión Pública de la Universitat de València, teme salir a la calle y volver a sus rutinas. Lo llaman síndrome de la cabaña, otro motivo para que los vendehúmos desenfunden el datáfono, aunque como dice Isaac Rosa en eldiario.es, lo que les pasa algunos, después del KitKak, es que no tienen ganas de continuar con la misma vida de mierda.






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