Distópicos, pero no revueltos

Nos han precintado los abrazos. Y nos han dejado la sospecha



Ya está aquí la distopía, y nos ha pillado pagando la hipoteca. Para ver qué tipo de distopía padece usted, toca ir al oculista que es quien gradúa la vista cansada. Hay distopías de cerca y de lejos. Las primeras deforman el presente, dejándolo sin papel higiénico. Las segundas, el día de mañana, repleto de bosques contaminantes, que escupen CO2 como un viejo diésel, y rodaballos anoréxicos que vomitan plástico. Tarde o temprano se llega al futuro, sólo hay que seguir las cruces luminosas de las farmacias de guardia. 

"Hay que fijarse muy bien en las cosas de las que somos testigos para poder contarlas tal como fueron a los que están lejos y a los que vengan después", dice Antonio Muñoz Molina (1). Que el gobierno declare el estado de alarma es una pataleta, los mass media lo hicieron mucho antes, creando el canal 24 horas de coronavirus, escudados en no sé qué transparencia que sirve para aumentar el público de los telediarios. La situación lo requiere, pero aquí, como en todo, hay quien se frota las manos. El apocalipsis siempre es un buen negocio para la venta de adosados en el cielo. Estamos justo donde soñaban algunos: sin roce, medio tibios, viviendo del whatsapp. "Alguien dijo que el miedo mueve la Historia. Y en eso estamos, avanzando a paso lento, a susto fuerte", escribía Antonio Lucas después de los atentados de París, en un artículo que levantó polvareda mediática y que tituló El miedo, el mismo título que ha escogido para su columna de esta semana: "Un metro de distancia. Es la nueva unidad de medida cívica para la supervivencia"(3). Nos han "precintado" los abrazos. Y nos han dejado la sospecha. Somos una suerte de ciudadanos en clausura, eremitas con derecho a Skype que pasan la cuarentena viendo porno como mandriles, consumiendo megas, que es el nuevo opio de los solitarios, y usando toneladas de gel desinfectante para los nudillos.

Es la hora perfecta para el entrenamiento con doble pivote defensivo a puerta cerrada. "El asunto es que los hospitales se han llenado y algunos súper se han vaciado", describe con precisión Jorge M. Reverte (4)Gana Netflix. O Amazon. O quien cojones sea que haya detrás de las pantallas. Y lo peor es que los supervivientes (siempre queda alguien vivito y coleando, ya sea Will Smith u Olivia de Havilland) tendrán que lidiar con las secuelas económicas. Veremos entonces de qué ha servido todo esto. Me temo que de poco. A la vuelta tocará recuperar los partidos aplazados. Más histeria, balances, sacrificios, objetivos, recortes... Le llaman conciliación pero quieren decir abuelos exprimidos hasta el tuétano. Bastaría, cuando pase la peste, con que hubiéramos aprendido algo tan simple como que "nada, excepto la salud, es imprescindible". Y que tal y como destaca Gerardo Tecé, "nuestro tesoro nacional no es Rafa Nadal, sino la enfermera que hace horas extras en un hospital público"(5).  


(1) https://elpais.com/cultura/2020/03/11/babelia/1583939599_864895.html
(2) https://www.elmundo.es/opinion/2015/11/18/564b877a268e3e35758b457a.html
(3) https://www.elmundo.es/opinion/columnistas/2020/03/13/5e6a5283fc6c831e428b477c.html
(4) https://elpais.com/elpais/2020/03/11/opinion/1583929475_852594.html
(5) https://ctxt.es/es/20200302/Firmas/31339/Gerardo-Tece-tecetipos-coronavirus-un-domingo-cualquiera-Al-Pacino.htm

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