Los indultos son el tema del verano. Antes, el tema del verano era 'La barbacoa', de Georgie Dann, pero ahora, los políticos y los expolíticos acaparan todos los programas con hormigas de felpa y las listas de Spotify
Semana de regresos. Han vuelto Friends, Colón (la foto) y Felipe González. La nostalgia es un buen negocio porque hace que nos creamos que cualquier gobierno pasado fue mejor. Lo mismo que Felipe González, nuestro mejor nostálgico, con permiso de Guerra y Aznar. El felipismo escogió El Hormiguero, un programa de entretenimiento, para hablar de indultos. Los indultos son el tema del verano. Antes, el tema del verano era La barbacoa, de Georgie Dann, pero ahora, los políticos y los expolíticos acaparan todos los programas con hormigas de felpa y las listas de Spotify. De lo que estamos hablando, en el fondo, es de libertades -vaya, como en las elecciones de Madrid-. Aquello iba de baretos y esto de cárceles, pero es la misma rumba. Sobre los indultos se ha escrito muchísimo en apenas cuatro días. Sabemos tanto, gracias a la literatura, que parecemos jueces del Supremo. El Tribunal Supremo, por cierto, ha dicho que nanay. Lo que ocurre es que ha exagerado tanto la pose que ya no queda claro si en este país hay políticos que quieren hacer de jueces o jueces que se creen políticos. De los seis magistrados que firman el informe, "cinco fueron elegidos por vocales del Poder Judicial aupados por el PP" (lo explica Ignacio Escolar en ElDiario.es).
Luego está todo eso de que España se rompe, lo que nos lleva, otra vez, a la foto de Colón. En 150 años de indultos no se ha roto nunca, pero por si acaso, el PP ya está recogiendo firmas, como en 2006, cuando lo del Estatut, lo que dio pie, más tarde, al 1 de octubre, o sea, que no salimos del bucle. Para que no se rompa la noche, por favor que no se rompa, Vox tiene la receta: mucho himno en las escuelas. Ya saben que la educación sexual es adoctrinamiento, pero la bandera y el retrato del rey son pedagogía futurista. La primera vez que sonó Resistiré en un balcón, durante el confinamiento, fue emocionante, a partir de la cuarta, un castigo insoportable. Quiero decir que nadie ha hecho tanto contra los símbolos nacionales como la escuela franquista. Sorprende, además, que los partidos supuestamente católicos, apostólicos y romanos, los de misa de domingo, en materia religiosa prefieran al Clint Eastwood de Sin perdón antes que la indulgencia, aunque visto lo visto en Ceuta, algunos tendrían que volver a la catequesis. Los indultos, ya ven, tienen algo de acto de fe. Recuerdan, en cierto modo, aquel talent show que se montó Pilatos en Judea. Fue la primera vez que se ejerció el televoto. Como no había guasap, se hizo por aclamación popular. Ganó Barrabás. El resto es Semana Santa.
Y llegados a este punto cabría preguntarse a quién beneficia que las cosas no se arreglen. La derecha y los independentistas vivieron de lujo durante el conflicto. Casi nadie, ni de un lado ni del otro, movió un dedo por solucionar un problema político que acabó degenerando en un barullo judicial y en la reaparición de la extrema derecha. Puede que el indulto no sea la mejor de las opciones -y encima la plantea Pedro Sánchez, que hace y deshace como un galán de fotonovela-, pero al menos es un gesto. Para empezar, desmonta el victimismo de Waterloo; para acabar, facilita el diálogo sin necesidad del vis a vis. Europa no se tragó el cuento del golpe de estado, así que ¿cuál es la propuesta que tienen los nacionalistas para convencer a la media Cataluña que quiere pirarse? ¿Más piolines cada vez que saquen las urnas?
Esto no es una lucha entre quienes quieren romper España y los que pretenden salvaguardarla, esa es una visión miope. La lucha es entre quienes quieren mantenerse en el poder a toda costa y los que quieren llegar a gobernar cuanto antes. Mientras tanto, para comprobar lo mal que envejecen algunos mitos, siempre nos quedará Friends.
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