Toda una generación educada en el mito de El Dorado encuentra más alicientes a doctorarse en la telerrealidad que a posar con birrete en una orla demacrada
¿Qué puede pasar por la cabeza de una tablet para que decida autoinmolarse? Ocurrió ayer a primera hora de la mañana en el Metro de Madrid y el susto de los pasajeros fue considerable. "Lo primero que pensé fue que me habían metido una bomba en el bolso", confiesa en El País su propietaria, una joven estudiante que acudía a clase (1). Al parecer, según explican los expertos, la radicalización de los dispositivos comienza en sus baterías de litio que, llevadas cada vez más "al límite", tienden a sobrecalentarse. Con el diagnóstico sobre la mesa, el cónsul británico en Barcelona, Lloyd Milen, trata de dar una respuesta de altura a otra rareza posmoderna, el balconing: "Los británicos no suelen vivir en pisos con balcón y quizá no están acostumbrados"(2).
Lo sabemos mientras se despejan las dudas sobre las universidades españolas. Cuando estábamos a punto de precintar todo claustro viviente, aquí el ceporrismo cuaja sin esfuerzo, es una cuestión de clima, por fin un éxito académico, el Ig Nobel de la Paz, la parodia más gamberra de los premios Nobel que cada año se celebra en Harvard y que en la presente edición ha distinguido a un grupo de investigadores de tráfico de la Universidad de Valencia por un estudio sobre los insultos al volante (3). En la categoría de Literatura, por ejemplo, el galardón fue para un trabajo de expertos en diseño industrial que documentaron cómo "la mayoría de la gente que usa productos complicados no suele leer el manual de instrucciones". En Antropología, un equipo internacional recogió evidencias suficientes en el zoológico de que "los chimpancés imitan a los humanos con la misma frecuencia y acierto con que los humanos los imitan a ellos". En su columna, Enrique Vila-Matas recupera el tuit de Rafa Cabeleira que "intuye la catástrofe que nos está alcanzando". La píldora pronostica: "Acabaremos presumiendo de no tener estudios"(4).
Y es que toda una generación educada en el mito de El Dorado encuentra más alicientes a doctorarse en la telerrealidad que a posar con birrete en una orla demacrada. Si les parece exagerado dense un garbeo por Telecinco, GH VIP siempre fue un buen termómetro de la intelectualidad ibérica. En menos de una semana, dos madres desesperadas, La Pantoja y la de Oriana Marzoli, han suplicado al programa para que mantenga a sus hijas dentro de la casa. "¡Un reality para mi hija, por piedad!", titula el crítico televisivo Ferran Monegal. Por si falla la farándula, siempre nos quedarán la ruleta y el casino: "Los anuncios del juego online se disparan y los más jóvenes se enganchan", sostiene El País (6). Con el equipo juvenil metido a ludópata, la sentencia de Honoré de Balzac, el autor de Las ilusiones perdidas, se mantiene todavía en plena forma: "Tener o no tener rentas, esa es la cuestión, dijo Shakespeare".
(1) https://elpais.com/ccaa/2018/09/17/madrid/1537188910_268600.html
(2) https://www.diariodemallorca.es/mallorca/2018/09/16/lloyd-milen-ano-habido-balconing/1347812.html
(3) https://elpais.com/elpais/2018/09/13/ciencia/1536828014_469038.html
(4) https://elpais.com/cultura/2018/09/17/actualidad/1537204755_118809.html
(5) https://www.elperiodico.com/es/tele/20180917/reality-hija-oriana-marzoli-ferran-monegal-7039373
(6) https://elpais.com/sociedad/2018/09/11/actualidad/1536676950_651442.html
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