jueves, 12 de julio de 2018

Regreso al futuro

Y de repente, como una epifanía a traición en misa de siete, uno cae en la cuenta de que el futuro era esto: jóvenes jugando a ser Usain Bolt frente a un radar atónito




Con la exhumación de Franco en la recámara, acaba de abrir sus puertas en Quinto (Zaragoza) el primer museo de Momias de España (1). Por lo visto, las condiciones del subsuelo maño son las óptimas para la conservación incorrupta de los cuerpos. El descubrimiento, fortuito, se produjo hace unos años durante la instalación eléctrica en la iglesia de El Piquete. Ahora, quince cadáveres, fechados en el siglo XVIII (se sabe, entre otras técnicas de laboratorio, por la horma de sus zapatos, la misma para los dos pies, "una costumbre que no cambió hasta mediados del XIX"), lucen al natural, rebautizados con sus apodos recién estrenados. Así, hay un Van Gogh, barbudo y pelirrojo, y una Lady, maravillosamente peripuesta. 

La apertura coincide con el estreno de un ingenio en la tele belga. Pospartido. Semifinales del Mundial. Francia ha eliminado a Bélgica. Hazard, el capitán que hace unos minutos se sentía impotente en Rusia, reaparece en su país, dando la cara en pleno plató. El trampantojo no es otra cosa que un holograma pero por un instante la audiencia, perpleja, cree estar asistiendo a un milagro por desdoblamiento (2)

"Entramos en un periodo de miseria televisiva. Más miseria, quiero decir", comienza Ferran Monegal su crítica catódica desde El Periódico (3). A falta de pan, el Santander trae a España "su nuevo concepto de oficina bancaria: la Work Café"(4); otro paso más, en este caso importado desde Chile, para la modernización barra camuflaje de las sucursales. "La banca pierde 13.500 empleados en cinco años", calcula El Mundo (5). Veremos si la reconversión de las sedes en una especie de franquicias de Starbucks ofrece una salida en el ramo de la restauración a los antiguos contables. Ya lo dice Toni Nadal, tío de Rafa, último gurú de la pedagogía en los Futuros patrocinados por el Banco Sabadell: "No te especialices mucho porque no sabes lo que te va a deparar el futuro".


Los coches del mañana lo tienen claro: prescindirán de los retrovisores, como perdiendo el interés por el camino recorrido, el que queda justo en el ángulo muerto de la nuca, donde el pasado se vuelve espalda

En materia de automóviles, los coches del mañana lo tienen claro: prescindirán de los retrovisores (6), como perdiendo el interés por el camino recorrido, el que queda justo en el ángulo muerto de la nuca, donde el pasado se vuelve espalda. "Hace ya décadas que se crean sujetos para los que el mundo empieza con su nacimiento, a los que les trae sin cuidado saber por qué somos como somos y qué nos ha traído hasta aquí", escribe Javier Marías (7). Andrés Trapiello apuntala: "Nadie conoce lo que tiene deparado el destino, y la vida va tan deprisa que acaba pareciéndose a un folletín de intrigas por entregas, escrito por un loco, un imbécil o un cínico"(8).

Para muestra, la controversia que ha suscitado un cartel publicitario en las carreteras de Girona, digno heredero de los Tres anuncios en las afueras. "Matamos por encargo", se lee en un reclamo que no ha gustado a todo el mundo, hasta el punto de que un particular presentó una reclamación en el organismo de control de la publicidad. Los sicarios en cuestión son Fulminix, una empresa para el control de plagas. Quim Monzó, desde su columna, se pregunta cómo las organizaciones proderechos animales no actuaron antes. Y desempolva un manual del siglo XVIII, Insecto Theologia, obra de Friedrich Christian Lesser, donde se avisa que "los daños que provocan los insectos deben entenderse como señales de la omnipotencia, de la justicia, de la sabiduría e incluso de la bondad de Dios"(9).

Entre picotazos, los protagonistas de la imagen viral de la jornada son unos niños que se entretienen en Luarca, Asturias, corriendo ante uno de esos contadores urbanos que señalan la velocidad exacta a la que se circula a su paso (10). 29 kilómetros hora es la mejor marca que registra el velocímetro. Y de repente, como una epifanía a traición en misa de siete, uno cae en la cuenta de que el futuro era esto: jóvenes jugando a ser Usain Bolt frente a un radar atónito. Felipe González se lo escribía en una carta a Alfonso Guerra en 1991, doce días antes de su dimisión (ahora que salen a la luz los ochenta cuadernos que el presidente anotó entre 1985 y 1993): Tempus fugit irreparabile (11).



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