martes, 19 de febrero de 2019

El desencanto

Con tanta minería de datos, con tanto caciquismo digital, es normal ponerse antipoético, aunque solo sea para preguntarse, como hacía Nicanor: 'Bien, y ahora, ¿quién nos liberará de nuestros liberadores?'



Chico tímido, moreno, se enamora de mujer atractiva, casi inalcanzable, ¿les suena? Lo mismo sirve para Friends que para The Big Bang Theory. Es el argumento, trilladísimo, que también utilizan varias propuestas de NetflixSex educationÉliteEnd of the F*** in world, 13 Reasons Why... tan antiguo como Michael J. Fox en su etapa adolescente, cuando se convertía en lobezno con porcentajes de Michael Jordan, una fórmula que ahora, además, llega bendecida por el santísimo algoritmo. En Todo lo que tu televisor sabe de ti, Tom C. Avendaño da buena cuenta de cómo "los grandes del negocio lo son hoy fundamentalmente por su forma de explotar los datos que cada espectador va dejando en una pantalla conectada a Internet. Cada segundo de vacile antes de decantarse por un título, cada pausa en la reproducción del programa, cada escena rebobinada" ofrece una huella indeleble que, a la postre, permite crear el taquillazo perfecto. "Cuanto más banal sea el dato, mejor, más valioso resultará al cruzarlo con otros millones de variables"(1)

Es la misma "mentalidad empresarial" de la que habla Marta Sanz en su columna en El País, un neoliberalismo que lo abarca todo, del negocio audiovisual al farmacéutico. Por poner un ejemplo, la eflornitina, medicamento que cura la enfermedad del sueño, por lo visto poco rentable, solo volvió a producirse cuando se supo que funcionaba de manera eficaz como componente para una crema depilatoria (2). Y es así como surgen los ciudadanos de primera, segunda y hasta regional, agitando los populismos, repletos de "recetas oportunistas", tal y como señala Miguel Ángel García Vera, en el marco de una "globalización anárquica" o de una "dictadura tecnológica que orilla al hombre frente a la máquina". Pero, sobre todo, "en el desencanto de los salarios"(3)

En ese panorama resulta ilustrativo el libro de la economista francesa Julia Cagé, El precio de la democracia, un estudio pormenorizado "sobre la financiación de los partidos y las campañas en varios países occidentales", un intento de demostrar "cómo el dinero privado (donativos con deducciones fiscales) condiciona los resultados electorales y las políticas de los Gobiernos", de lo que se desprende, según la autora, que "las ideas de derechas tienen más peso porque están mejor financiadas"(4). Un apunte que no puede caer en saco roto sobre todo ahora que, como dice Manuel Vicent, entramos en "época de berrea ante las próximas elecciones"(5)

Con tanto ajuste de cuentas, con tanta minería y baraja marcada, con tanto caciquismo digital como en una versión ibérica de Matrix, es normal ponerse antipoético, aunque solo sea para preguntarse, como hacía Nicanor: "Bien, y ahora, ¿quién nos liberará de nuestros liberadores?"



(1) https://elpais.com/cultura/2019/02/16/television/1550354885_284484.html
(2) https://elpais.com/elpais/2019/02/11/opinion/1549888848_676248.html
(3) https://elpais.com/economia/2019/02/06/actualidad/1549467137_086938.html
(4) https://elpais.com/elpais/2019/02/17/ideas/1550358228_103183.html
(5) https://elpais.com/elpais/2019/02/15/opinion/1550234466_244807.html

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